sábado, junio 10, 2006

Bodega. Dagas Voladoras.

Bitacora del Navegante. Bodega.
"Muchos directores han contado historias similares,
pero mi preocupación es contar cómo la gente se enamora,
y qué estamos dispuestos a sacrificar por ese amor.
Para mí, al final del día, el amor es un triunfo del espíritu humano"
Zhang Yimou

Ajedrez donde las piezas forman un rompecabezas. Donde cada pieza, en su variante de movimientos independientes, impide la mano directora del juego. Todos somos jugadores, todos espectadores.

Fue en la casa de Sergio, meses atrás, donde
Guille me regaló el nombre de la película. Hoy disfruté los colores definidos y amalgamados de La Casa de las Dagas Voladoras. La trama es bonita. Puedo imaginar lo bien que se acomoda en forma de cuento o de novela orillera y neo borgeana.
En perspectiva, la historia parece pobre o pequeña, pero en realidad, La Casa... es como un juego de espejos (de la naturaleza, de las culturas) y en ese reflejo guarda toda la historia. Imitación del Aleph, el recuerdo encierra el pasado (paradoja donde lo finito contiene algo superior, hasta casi el infinito) por lo que aquí tampoco se tratan espacios: la historia no es pequeña, la historia es fugaz. Por eso no hay lugar ni tiempo para la emoción: existe, pero como ingrediente.
La combinación de todos los elementos y esa sensación de levedad, la vinculan con la categoría de los VideoClip, pero el mundo le queda chico.
No se si hablo de un film, entonces, pero seguro es cine. Cine golosina para gustar y alimentarse. Cine orgiástico para dejarse llevar. Cine subliminal, para subestimarlo y sorprenderse.
Hablé antes de
El Tigre y el Dragón. La Casa... pierde detalle y gana imagen. Se vuelve minimalista y redescubre el color y la textura. Es una obra posmoderna, ecléctica, un poco cerca del New Age: participan como actores el tiempo, el sonido y los colores. Los intérpretes humanos se prestan a jugar el juego de Shakespeare, y así nadie es enteramente alguien. Al final, los verdaderos actores son la mentira, la verdad, el amor, el odio, la fatalidad: ellos estuvieron en escena pero sus máscaras permitieron armar los laberintos que recorren y forman los personajes.
Recuerdo tanto el final porque es etérea. La Casa de las Dagas Voladoras se me escapa de los sentidos tan rápido -escurridiza como debe ser la poesía- que incluso esta ligera reseña, me parece interminable.


"La casa... en cambio es la obra de alguien que filma un mundo que no comprende: los principales líderes nunca se ven, las acciones de los personajes muchas veces no pueden ser explicadas por ellos mismos. Y lo mismo sucede con la puesta en escena. Si Truffaut decía a propósito de Encuentros cercanos del tercer tipo que Spielberg filmaba los hechos reales como si fuesen fantásticos y los hechos fantásticos como si fuesen reales, Yimou logra que sintamos una pelea de artes marciales que desafía todas las leyes de la física como algo menos fascinante que un paisaje natural o el rostro perfecto de Ziyi Zhang. Y esa fascinación presupone un principio de incertidumbre."
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