lunes, febrero 13, 2006

Honores. Ariel, Ramiro y Pedro.

Bitácora del Navegante. Honores.

Viernes 03, febrero de 2.006
Me preparo a pasar una noche a toda orquesta, justamente, escuchando El Arranque en el Club del Vino. En la entrada, mientras espero, lo veo llegar a Camilo, y le pregunto por Ariel. Al rato, sale Ariel (Rodriguez) y charlamos los 15 min. que faltaban para el inicio del show.
Acá nació Tomás.
Acá nació tambien la mítica noche del Jueves 9.
Y acá me entero formal y definitivamente que casi desde octubre, la típica ya no cuenta con tres de los acostumbrados -a los ojos, a los oídos- integrantes, aunque continúen dentro del buen círculo de la amistad.

Ariel Rodriguez: piano
Ignacio Varchausky: contrabajo
Camilo Ferrero: primer bandoneón
Ramiro Boero: segundo bandoneón
Ramiro Gallo: primer violín, arreglos y direccion musical
Pedro Pablo Pedroso: segundo violín
Martin Vazquez: guitarra
Ariel Ardit: voz

Ramiro Gallo florece (hay un post de unos meses atrás) y sigue con su quinteto, componiendo y ganando concursos -lo veremos pronto junto a Ariel Rodriguez tambien, en el VIII Festival del Tango de Bs.As.-
De Pedro Pablo Pedroso no se nada... su puesto latinoamericano -como cubano que era- es ahora conducido por Osiris Rodriguez, de origen colombiano.
Ahora la cosa queda mas o menos así...
Guillermo Rubino y Osiris Rodriguez (Violín)
Camilo Ferrero y Ramiro Boero (Bandoneón)
Martín Vázquez (Guitarra eléctrica)
Ignacio Varchausky (Contrabajo y producción artística)
Ariel Rodríguez (Piano).
Canta: Alfredo Saez.
Y de Ariel Ardit... que finalmente busca su estrella como cantor... vi un anuncio suyo en el Perro Andaluz, en San Telmo, y otros con Lidia Borda en el Torquato Tasso, en Parque Lezama.
Dejamos de hablar, y el turno fue de los instrumentos, una nueva voz, y nuestra escencia.
Jueves, febrero 9 de 2.006. Ariel nos invita a conocer el otro repertorio, y el otro marco en que toca El Arranque. Es Madero Tango, en el puerto de nuestra ciudad. Muchos turistas, un río con reflejos plateados y el parpadeo de las luces callejeras.

Otra noche inolvidable, esta vez con mi amigo hermano Sergio a mi lado, y con Lidia Borda sobre las tablas.
Después de la función, Ariel se permitió robarle un tiempito a Karina y el bebito que esperan, para cenar en una vieja cantina de La Boca.
Volvíamos a casa agradecidos por la venturosa noche, y no pudimos evitar reírnos porque, muy en serio dijimos... que lindo, y que suerte ser argentinos!.

Y ahora si, con muchas palabras...

Era Sábado, febrero 11 de 2.006. Tenía ganas de ir a ver a Ardit y Lidia Borda, pero me quedé dormido y me desperté a las 22 hs. Llamo al Tasso y obviamente, no había mas lugar. Pido me guarden un centímetro en la barra y en taxi vuelo hacia Lezama. El lugar está lleno. Caliente, y cálido. Y entonces, el show que cierra esta semana de tango mágico: un show único y último, del que ya no hablo yo, sino los diarios.

Con la cerrada ovación de una sala completamente llena, los cantantes Lidia Borda y Ariel Ardit despidieron el ciclo de cuatro recitales que dieron en el Torquato Tasso los viernes y sábados de este mes.Como en las épocas doradas del género, Borda y Ardit recuperan finalmente el canto para el tango. Su meticuloso cuidado por las más grandes melodías que dio el género vuelve a poner sobre la escena la voz, el instrumento que la expansión de decidores de tonos graves y aguardentosos —seguidores del último y ya gastado Goyeneche— parecía haber ahogado. La preparación musical de Ardit estuvo, desde sus orígenes, orientada hacia el tango; su cerrado apego a las convenciones del género podría tal vez ser responsabilidad de ese alto grado de especificación. Apenas comenzados sus estudios de canto lírico Ardit tuvo la oportunidad de cantar los clásicos de Gardel en un boliche de Almagro. En 1999, El Arranque lo invitó a sumarse a sus filas o, más precisamente, a desempeñar el rol de cantor dentro de la apuesta escénica que hacía la orquesta. Los seis años de actuaciones con El Arranque subrayaron en Ardit los aspectos más exteriores de su canto. Su voz, de registro notablemente parejo, tenía un tono paródico que se hacía presente no sólo en sus gestos sino también en su emisión. Su expresión parecía seguir, antes que la pulsión de la frase, el recuerdo de algún cantor de antaño. La presentación en el escenario del Tasso, acompañado por el reservado guitarrista Jorge Giuliano, brindó a Ardit el tiempo necesario para ahondar en los aspectos puramente expresivos de su propia voz. Es evidente que sin la presión de la orquesta Ardit gana en concentración. Su versión de Rubí, el tango de Cobián y Cadícamo, lo coloca ya a considerable distancia del pintoresquismo fácilmente identificable en tantos nuevos cantores.

Lidia Borda, en cambio, ha transitado otros géneros antes de dedicarse con exclusividad al tango. De algún modo, ha recorrido el camino contrario al de Ardit y desde sus primeras presentaciones conmueve por el discreto encanto de su cuidada voz más que por su parada en escena. Con el tiempo, el desarrollo de las cualidades expresivas de su canto se ha extendido hacia sus gestos. La expresión de Borda necesita de un libre manejo del tiempo. Daniel Godfrid, su jovencísimo pianista, realizó un despojado acompañamiento que permitió a Borda desplazarse de manera morosa por cada palabra. En un delicado juego camarístico, Godfrid también supo sugerir desde su instrumento una sólida sección rítmica que le aseguró a Borda el regreso a un tiempo ordenado y el impulso necesario para la culminación de cada frase. El diálogo musical habría alcanzado la perfección si el Tasso contara con los imprescindibles graves de un auténtico piano.

Hacia el final, el guitarrista Ariel Argañaraz se sumó al encuentro y un ambiente más festivo, menos íntimo, se apoderó de los cantantes. Un acompañamiento, sin planos, de piano y guitarras descentró la expresión de los cantantes, les hizo perder colocación y sutileza dinámica. Es necesario decirlo, la suma de instrumentos subrayó las deficiencias técnicas que en materia de sonido tiene el Tasso.

En fin... muchas otras cosas más que no viene al caso, ni conviene contar...

Pero por supuesto, a Ariel, a Ramiro y a Pedro

Salud! por prestarnos sus dones y su esfuerzo, la sensibilidad, por tanta alegría.

A los que van, a los que vienen con la marea en este Océano del Arte...

Salúd!