viernes, mayo 27, 2005

Tintas. Extraño amar

Bitácora del Navegante. Tintas.


..frente al oleaje embravecido
el viejo mascarón de proa
yergue su torso de madera
embistiendo las aguas con premura,
y con su augusta mirada,
enfila hacia su destino de inmortalidad...
(Antigua leyenda celta)

Los cinco sentidos todos,
perros de mi jauría,
Echados al mar te extrañan, amor:
Entre las sábanas, el mar y el cielo.
Extraño navegar el océano de tu vientre,
Naufragar las manos en tu pelo,
Y esperar el auxilio de tus brazos.
Extraño la firmeza de los puertos
Que amarran mis labios;
La tibieza de los cuerpos juntos,
La suavidad derramada sobre tu piel.
Extraño la luz orillera que en los ojos,
Como un faro te prende el alma;
La presencia que rompe el vacío,
El ancla de tus pies en tierra firme.
Extraño el porvenir, nuestro futuro,
Y tu rostro sobre todo,
Que hasta hoy Permanece,
Desconocido, en alta mar.

* * *

" La suerte está echada y para siempre maestro y discípulo, amigo, amante, padre e hijos, caminarán separados, aunque cercanos parezcan, cada uno ve a los que ama tan lejos como estrellas. Así nosotros, amada mía, por siempre separados nos acercará el llanto, con llantos contemplaremos la bahía, las Grandes Puertas, como dos grandes águilas que volaran sobre las montañas, sólo unidas por sus lamentos, hasta perderse entre los cedros. Los años nos acercaron, día tras día irán atrayéndonos, semana tras semana, hasta que la muerte disuelva esta separación. Porque amamos lo que soñamos, y en nuestro suelo, aunque muy lejos el uno del otro, vivimos juntos, corazón a corazón. Olvidamos lo que somos, nuestras almas están protegidas por un vano sueño. Como el soldado que de una atroz guerra vuelve sin temor, o el marino desde los abismos, como el caminante regresa de la helada noche y de los bosques a su refugio, aún con los ojos llenos de rocío y de oscuridad. "

La suerte está hechada, y para siempre. R. L. Stevenson.


Cómo hubiera querido, mujer mía,
que estuvieras conmigo esta mañana.
Estoy mirando el mar limpio y tranquilo
desde una cálida y sucia ventana.

Y el viento que es un niño embravecido
anda a gritos pidiendo que lo acune
cuando bajo el alero dos gorriones
se encaraman repletos de canciones.

Y te extraño mujer por cada ola
que el mar brinda a la orilla.
Cómo hubiera querido
que estuvieras conmigo.

Hoy el cielo algún duende lo ha barrido,
el azul en mis ojos se detiene,
una lancha en la orilla se entretiene
y me acuerdo de ti que ya no vienes.

Cómo hubiera querido, mujer mía,
que estuvieras aquí conmigo esta mañana.
Estoy mirando el mar limpio y tranquilo
más le falta el amor a esta ventana.

Y te extraño mujer por cada ola
que el mar brinda a la orilla.
Cómo hubiera querido
que estuvieras conmigo.

Canción para recordar a María, Ireneo García.




Ningún lugar está aquí o está ahí
Todo lugar es proyectado desde adentro
Todo lugar es superpuesto en el espacio
Ahora estoy echando un lugar para afuera
estoy tratando de ponerlo encima de ahí
encima del espacio donde no estás
a ver si de tanto hacer fuerza si de tanto hacer fuerza
te apareces ahí sonriente otra vez.

Aparécete ahí aparécete sin miedo
y desde afuera avanza hacia aquí
y haz harta fuerza harta fuerza
a ver si yo me aparezco otra vez si aparezco otra vez
si reaparecemos los dos tomados de la mano
en el espacio donde coinciden
todos nuestros lugares
Ningún lugar está aquí o está ahí ..., Oscar Hahn

Entrando en la ciudad por alta mar
la grande bestia vi: su rojo ser
Entré por alta luz por alto amor
entréme y encontréme padecer
Un sol al rojo blanco en mi interior
crecía y no crecía sin cesar
y el alma con las hordas del calor
templóse y contemplóse crepitar
Ardiendo el más secreto alrededor
mi cuerpo en llamas vivas vi flotar
y en medio del silencio y del dolor
hundióse y confundióse con la sal:
entrando en la ciudad por alto amor
entrando en la ciudad por alta mar.
Ciudad en llamas, Oscar Hahn.

Emergió de aguas tibias y maternales
para viajar a heladas aguas finales.
A las aguas finales de oscuros puertos
donde otra vez son niños
todos los muertos.

El Hombre, O. Hahn