jueves, febrero 17, 2005

Tintas. Mixtura.

Bitácora del Navegante. Tintas.

Antiguos, enormes gusanos, habitaron las oscuras profundidades de Buenos Ayres.
Hoy, sus hijos, sobrevivimos apenas, entre la superficie y la nostalgia.

En Miserere- dijo el tipo con una sonrisa llana, agachado como estaba, con el bolso (de herramientas?) entre las piernas: -Bajo en Miserere, Jujuy, para el lado de Huracán.
El guarda, que había hecho la pregunta, no demostró interés en la respuesta, y con un gesto repetido hasta el hartazgo, cerró las puertas del subte.
Miserere, -pensé en ese instante- Miserere, y se imaginará una estación de trenes, una combinación con Metrovías, y una plaza, a lo sumo. Pobre Cristo... No se recrean en su mente ni uno sólo de los lamentos antiguos; los pedidos de perdón de millares de pecadores, que durante siglos imploraron misericordia, benevolencia y otra vez perdón para sus pecados, sus manchas, sus perversiones.
"Miserere Nobis"!.
No me es difícil recitar el Salmo 51, un canto de angustia que debe ignorar olímpicamente.
Una bocina interrumpe mis pensamientos. Miro al costado y no está: el tipo hace rato bajó en Miserere.
Abro el maletín, donde guardo aún como testigo, la daga enfundada en sangre de mujer.
El tipo se bajó nomás en Miserere.
Yo bajo siempre en la última estación.
Piedad Ajena


Estación Catedral