sábado, enero 29, 2005

Bodega. Niña.

Bitácora del Navegante. Bodega.

Sí, yo también pienso en algo raro.
Subí al tren faltando unos minutos para su partida. Me senté en el primer asiento del último vagón (que hasta nada había sido el primero), lo que, curiosamente, nunca hago: siempre busco aventurarme hasta la proa del cíclope de metal. Saqué un libro, y entonces lo vi: uno de los juglares que habitualmente ameniza el trayecto (no canta demasiado bien, pero yo necesitaría coraje para estar en su lugar) desnudó la guitarra y cantó estas canciones que transcribo y presento a la tripulación.
Tengo discos de Rodríguez y Zitarrosa, ambos me gustan, a ambos les presto atención: ello hice con estos dos temas, sin saber que eran de esos autores. O lo sabía, pero no hacía falta darme cuenta.

Una mujer se ha perdido
conocer el delirio y el polvo,
se ha perdido esta bella locura,
su breve cintura debajo de mí.
Se ha perdido mi forma de amar,
se ha perdido mi huella en su mar.
Veo una luz que vacila
y promete dejarnos a oscuras.
Veo un perro ladrando a la luna
con otra figura que recuerda a mí.
Veo más: veo que no me halló.
Veo más: veo que se perdió.
Una mujer innombrable
huye como una gaviota
y yo rápido seco mis botas,
blasfemo una nota y apago el reloj.
Que me tenga cuidado el amor,
que le puedo cantar su canción.
La cobardía es asunto
de los hombres, no de los amantes.
Los amores cobardes no llegan a amores,
ni a historias, se quedan allí.
Ni el recuerdo los puede salvar,
ni el mejor orador conjugar.
Una mujer con sombrero,
como un cuadro del viejo Chagall,
corrompiéndose al centro del miedo
y yo, que no soy bueno, me puse a llorar.
Pero entonces lloraba por mí,
y ahora lloro por verla morir.

Óleo de una Mujer con sombrero, Silvio Rodriguez
* * * Marc Chagall * * *
Por eso niña te pido
que no me guardes rencor,
yo no puedo darte amor
ni vos podés darme olvido.
Yo sé que en cualquier descuido
me iba a volear contra el suelo
y aunque me ofrezcas consuelo
yo no lo puedo aceptar;
puedo enseñarte a volar,
pero no seguirte el vuelo.
Yo no te puedo entregar
un corazón apagado;
cuando falla el del costado
no hay nada que conversar.
Hay una forma de amar
que es un modo de conciencia;
hay un amor que es paciencia
y otro que es sólo aromar.
¿Cuál amor te podría dar
quien amara tu inocencia?
Cuando te vuelva a encontrar
nos podremos sonreír;
prefiero verte partir
como te he visto llegar.
Cuando vuelvas a pensar
que una vez te conocí
y que nomás porque sí
te compuse una canción,
cantará en tu corazón
lo poquito que te dí.

Milonga para una niña, Alfredo Zitarrosa
Sí, yo también pienso en que extrañas cosas suceden…