martes, septiembre 21, 2004

Primaveravez

Bitácora del Navegante. Descontexto.

Enamorados: (pasados, actuales, futuros...) Se impone la primavera. Asociada a la vida, no olvido que tiene por hermano al Invierno, que volverá.
Pero HOY, es Primavera. Y hoy florezco aunque mañana marchite. Por qué? Hmmm. impertinente de mí si contestara: dejo esa respuesta a la naturaleza que, más sabia y longeva, lleva milenios haciendo su trabajo. Ella no me pregunta si me gustan las flores, y sin embargo... qué bonito Jazmín me regala!.
Yo ofrezco flores obviamente robadas. Algunas preciosas a primera vista, fragantes... y otras dulces y con una hermosura secreta, guardada por un hechizo natural, como un email cifrado, a un corazón enamorado.

La tinta verde crea jardines,
selvas, prados,
follajes donde cantan las letras,
palabras que son árboles,
frases que son verdes
constelaciones.

Deja que mis palabras, oh blanca,
desciendan y te cubran
como una lluvia de hojas a un
campo de nieve,
como la yedra a la estatua,
como la tinta a esta página.

Brazos, cintura, cuello, senos,
la frente pura como el mar,
la nuca de bosque en otoño,
los dientes que muerden una brizna de yerba.

Tu cuerpo se constela de signos verdes
como el cuerpo del árbol de renuevos.
No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa:
mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas.

Escrito con tinta verde, Octavio Paz


¿Qué si me duele? un poco; te confieso
que me heriste a traición; mas por fortuna
tras el rapto de ira vino una
dulce resignación... pasó el acceso.

¿Sufrir? ¿Llorar? ¿Morir? ¿Quién piensa en eso?
El amor es un huésped que importuna;
mírame cómo estoy: ya sin ninguna
tristeza que decirte. Dame un beso.

Así; muy bien; perdóname fui un loco;
tú me curaste -gracias-, y ya puedo
saber lo que imagino y lo que toco.

En la herida que hiciste, pon el dedo;
¿Qué si me duele? Sí; me duele un poco,
mas no mata el dolor... no tengas miedo...

Humorismos tristes, Luis G. Urdina


Entre mi amor y yo
han de levantarse trescientas noches
como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.
No habrá sino recuerdos.

Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino,
firmamento que estoy viendo y perdiendo...
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes

Despedida, Jorge Luis Borges


No quiero estar sin ti
Si tú no estás aquí me sobra el aire
No quiero estar así
Si tú no estás la gente se hace nadie
Si tú no estás aquí no sé
Que diablos hago amándote
Si tú no estás aquí sabrás
Que Dios no va a entender por qué te vas.

No quiero estar sin ti
Si tú no estás aquí me falta el sueño
No quiero andar así
Latiendo un corazón de amor sin dueño
Si tú no estás aquí no sé...

Derramaré mis sueños
si algún día no te tengo
Lo más grande se hará lo más pequeño
Pasearé en un cielo sin estrellas esta vez
Tratando de entender quién hizo
un infierno el paraíso
No te vayas nunca porque

No puedo estar sin ti
Si tú no estás aquí me quema el aire
Si tú no estás aquí no sé...
Si tú no estás aquí

Si Tu No Estás, Rosana.


Sin saber qué dolores fueron los que tuviste
sin saber qué pan blanco te nutrió
sin saber si eres carne, si eres sol, si eres luna...
un pañuelo temblando en la distancia ...
un dolor que remuerde y se afila ...
y a lo lejos campanas... fragancia de lilas.

Crepusculario, (CR I), Pablo Neruda.

Desde allí, como el aroma que dejó la rosa
en un traje de luto y en invierno,
así de pronto te reconocí
como si hubieras sido mía
sin ser, sin más que aquel desnudo
vestigio o sombra clara
de pétalo o espasa luminosa.

Memorial de los sesenta años, (MIN, II: 1174), Pablo Neruda

Flor mía. Flor de mi alma. Terreno de mis bases
Te parió mi nostalgia, mi sed, mi ansia, mi espanto
Y estallaste en mis brazos como en la flor el fruto…
Te forjé en lucha viva.De mi pelea oscura contra mi mismo, fuiste.
Desde que yo los miro tus ojos son más tristes…
Surco para la turbia semilla de mi nombre…
Cómo si hasta mis huesos tienen sed de tus huesos
sed de tu guirnalda atroz y dulce…

El Hondero entusiasta, (HE, I: 161), Pablo Neruda


Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.

Muero de ti y de mí, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros, separados del mundo,
dichosa, penetrada, y cierto, interminable.

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos obscuros e incesantes.

Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
de nuestra muerte, amor, muero, morimos.

En el pozo de amor a todas horas,
Inconsolable, a gritos,
dentro de mí, quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti llegan.

Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.

No es que muera de amor, muero de tí, Jaime Sabines