sábado, enero 26, 2008

Descontexto. Ramón Gómez de la Serna.

Bitacora del Navegante. Descontexto.

"El arco del violín cose como aguja con hilo
notas y almas, almas y notas".
Greguerías. Ramón Gómez de la Serna.



Es inevitable (y sumamente confortable) detenerse en algún momento literario de la vida sobre las huellas de Ramón Gómez de la Serna.
Escritor español, vanguardista en las primeras décadas del siglo XX, se rebela, multiplica y esparce entre los géneros, como de rama en rama.
Con las "greguerías" expresa una visión personal y sorprendente de un aspecto de la realidad:
"
Cuando se caen las tijeras al suelo parece que se ha caído un gimnasta del trapecio".
"Tenía una boca tan perfecta que se dudaba si la podría abrir"
"En el cisne se unen el ángel y la serpiente".
 


Transcribo algunos párrafos de sus obras, para un fin de semana más que agradable. Salúd.

Los senos cuyo valor desconoce el dueño.

Nadie jamás había tocado sus senos. Habían tenido una perfecta seriedad en su pecho. Estaban reservados para que muriesen inactivos en el árbol solitario.
No supo él los senos nuevos e intactos que se llevaba, los senos de miel que tenía entre manos. La noche de sus bodas aquella mujer debió buscar el amante que se diese cuenta. ¡Qué irreparable pérdida!
En aquella noche, como todas las noches, perdieron su fragancia los senos preciosos en las manos del tratante de naranjas.
"Senos", 1923.

Exito del sifón.
Pasan y pasan carros de sifones con sus picos corvos y plateados, se ven niños, niñas y mujeres que llevan un sifón agarrado por el cuello y en muchas casas se ve al sifón simple, al sifón azul -deben estar mal de la vista sus burbujas- y el sifón reforzado para no ser peligroso si estallase, porque tiene un revestimiento de metal que le blinda por si acaso.
-Tráigame una botella de agua con agujeritos.
-Ya sé... De esa agua que sabe a pie dormido.
-Eso mismo... Ya me entiende... Agua con hipo.
...
Mis jóvenes discípulos que han asistido a estas propagandas mías sobre el sifón han entrado en la girovaguez delirante y si uno ha dicho que "el sifón es la radiografía del elefante" otros han escrito recordando a ratos mis sifonadas y otras veces yendo más allá. "La soda es agua con viruelas. Es un rollo de pianola líquido. Es un gruyere embotellado. Es un golf en miniatura. Es el cacto de las aguas minerales. Es un agua sin afeitar. Es un agua estampada a lunares. Es agua con baches. Es agua con cremallera. Es un boleto de tranvía al final del viaje y un día en que les tocó subir a los inspectores. Es el negativo de la lluvia, porque la lluvia es agua rodeada de nada cayendo hacia abajo, y la soda es nada rodeada de agua subiendo hacia arriba. Es un leopardo húmedo. Dos litros de soda equivalen a uno de agua, porque la soda hace trampa. Si las plantas se regasen con soda, crecerían arrugadas. Cuando la soda tiene sarampión, se le llama "naranjada". Y cuando tiene ictericia, se le llama "limonada". Para distinguir el agua de la soda bastará con ponerlas sobre una superficie lisa: el agua se deslizará suavemente mientras que la soda lo hará a saltitos."
Gollerías, 1946.

Tango.
El tango es un tablón para los náufragos y un abismo para las mujeres.
Tocan otras músicas para que se cierren las heridas, pero el tango toca y canta para que se abran, para que sigan abiertas para recordarlas, para meter el dedo en ellas y abrirlas al sesgo.
El tango toma en serio el motivo que invoca, llora el dolor y después vienen unos pasitos burlones, un traspiés grotesco, un juego en el dolor, un hacer chacota tarareada con su propio sentimentalismo.
Tiene sones a cartera vacía, a cartera de la no fortuna, del fracaso económico, de todo lo que no pudieron reunir. Suena entonces a pobreza en plena juventud.
El tango es el refunfuño de Buenos Aires y sus desterrados su tribulación musical, su estertor sentimental, su temblor neurótico, su ronquido sensual, su arco iris privativo.
"Interpretación del tango", 1949.

Las jaurías de la luna.
Había tanta luna aquella noche, que la ciudad se había convertido en pueblo, y era penoso leer las largas casas enlunadas como pruebas de imprenta sin texto.
La luna inventaba ladridos, y los estadísticos de los perros se volvían locos queriendo descubrir dónde podían estar tantos perros como se oían. Eran jaurías de la invención, los verdaderos perros famélicos de la luna, los que mordisquean ese gran hueso de un mundo muerto que es la luna.
"Caprichos", 1956.




Autobiografía, Capítulo LIX. En busca de una señal.
"En mis muchos libros, si hay algo importante son las señales de esa realidad imponderable que he encontrado a través de la vida.
¿Cuál es el asa fehaciente de la realidad? ¿Ese olor de olla de arroz que acaban de limpiar? ¿Ese momento en que la gallina se baja sus bombachas y pone el huevo? ¿Ese goce de coronas cuando las flores han muerto? ¿Esa maleta nueva en que los punzones de las hebillas aún entran con dificultad en los agujeros de las correas? ¿Ese vibrar de cristales en que el cristalino del ojo entra en inquietud? ¿El disparo de esos cañoncitos de balcón que hacen su salva cuando el rayo de sol meridiano enciende la pólvora con la lupa? ¿El pío-pío de esos pájaros de alero que cuidan las cornisas? ¿El pisar el pedregullo del jardín y tomar chocolate con migas? ¿Ese espacio abandonado ingratamente por todos en la plataforma del tren? ¿Ese olor a coche frío de la vuelta de los entierros? ¿Ese cristal hecho como con alambres de niebla y detrás de cuya opaca trama se ve la más indiscreta sombra? ¿Aquellas máquinas para hacer cigarrillos que estaban entre trompetillas para sordos y máquinas de recortarse las uñas? ¿Ese babeo de la máquina del tren a la sombra del andén? ¿Quizás el ver al partir de viaje esas luces que corren a través de las ventanillas del tren parado y sin luz en la vía paralela a la nuestra?
Estoy en diálogo perpetuo conmigo mismo buscando esa señal de lo real absoluto.

No encuentro la señal, no la encuentro."

Automoribundia, 1948