jueves, diciembre 08, 2005

Oratorio. Clara Fuente de Vida

Bitácora del Navegante. Oratorio.
«Alégrate, llena de gracia,
el Señor está contigo.»

"...Pues esto mismo nos acontece ahora en el día de la dedicación de estos dos templos místicos de que hablamos. Y por el día de la dedicación entendemos el día de la concepción; porque este día fueron estos dos templos dedicados y consagrados.
Pues en el día de la concepción del Hijo, todos cantan, todos alaban a Dios, todos dicen que fue concebido del Espíritu Santo, y por eso su concepción fue santa y limpia de todo pecado, y donde no hay pecado, no hay materia de lágrimas, sino de alegría y de alabanza.
Mas en la concepción de la madre, unos cantan, otros lloran; unos cantan y dicen: Toda eres hermosa, amiga mía y en ti no hay mancha (Ct 4, 7). Otros lloran y dicen: Todos pecaron en Adán (Rm 3, 23) y tienen necesidad de la gracia de Dios. Mas todos concuerdan en que la sacratísima Virgen, antes que naciese, fue llena de todas las gracias y dones del Espíritu Santo, porque así convenía que fuese que ab eterno era escogida para ser madre del Salvador del mundo..."
del Sermón de Fray Luis de Granada (siglo XVI)


Según la tradición, hay en el principio un lugar libre de mancha.
Yo no sé, si el lugar fue físico, o es un estado del alma, pero en ese lugar hubo una mujer que, como el hombre, trazó puentes sobre ríos de libertad, que resultaron demasiado largos.
Decir respeto es decir verdadera libertad: hasta de contenerse uno, por uno mismo: para ser más, y que la libertad no se vuelva límite en el yo (o puente débil), y se extienda hacia el nosotros.
Esa mujer libre de manchas, escruta la posibilidad de vulnerar la frontera de la inocencia. y así Eva, la que fue virgen, es nuestra madre, madre de todos en la tierra.
Basta leer la Biblia, o casi cualquier texto antiguo, para darse cuenta como el hombre confundió el error con la fuente de vida de un modo casi biológico, como quien transmite en su seno junto con el ser, la desgracia de ser.
Un padre enseña por la experiencia, y la historia trajo en el vientre de otra virgen, la restauración de la condición humana.
No porque sea natural del hombre no lastimar, no herirse, no errar, sino al contrario: porque lo "comprende" sometido a la tentación y el equívoco, la Divinidad toma el cuerpo y lo hace santo. Así Jesús vuelve a crear a un hombre abatido por el castigo (propio y ajeno); recrea a Adán (aquél también libre de manchas), muestra que la materia no necesariamente es corrupta, y que aún si así termina, siempre hay un volver a empezar: una resurrección al estado de pureza y libertad.
Así, la misericordia de un Padre extermina de la sociedad los prejuicios («Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.») y preside con benevolencia los juicios. Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.»). Y perdona infinitamente los agravios, los castigos y las condenas. («No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.») Referencias: Jn 8:7, Jn 8:11, Mt 18:22.
Un nuevo hombre (no un hombre Divino como Cristo, sino un hombre humanizado, con capacidad de ser como Cristo) puede participar de la pureza, tratando de imitarla, empezando y volviendo a empezar.
Lo puro es la esperanza, y cada nuevo intento de ser mejores.
Así se entiende que Jesús sea llamado Salvador, y que esa Divinidad en el mundo contagie de salvación a su madre, como si la hubiese parido.
Dios a través de Cristo hijo, transmite a María la Virtud Original, hacia atrás, hacia el nacimiento de su madre, como una madre transmite a su hijo la sangre pura que le da vida.
Virtud Original que nos fue dada para ser, y que de tan cristalina, tan llena de amor, no termina con la muerte, y alcanza para volver a empezar una y otra vez.

Así chiquito entiendo yo hoy, y con este corazón, el misterio de la Inmaculada Concepción.

Seáis, niña tierna y fuerte,
pues habéis de dar la muerte
al que nos quitó la vida.

De la corte celestial
a Nazaret venís hoy,
virgen con tanto caudal
que la bienvenida os doy
por nuestra aldea mortal;
nadie como vos le pida,
que como fuiste nacida
para ser Madre de Dios,
ninguna fue como vos
a esta aldea bien venida.

A esta aldea bien venida seáis,
niña tierna y fuerte,
pues habéis de dar la muerte
al que nos quitó la vida.

Pastorcilla nazarena
que tenéis al cielo en vos,
y de tantas gracias llena
que el dorado grano es Dios
de vuestra limpia azucena;
pues nacéis de luz vestida
a ser fuerte y a vencer,
a ser tierna y a dar vida,
¿quién duda que habéis de ser
a esta aldea bien venida?

A esta aldea bien venida
seáis, niña tierna y fuerte,
pues habéis de dar la muerte
al que nos quitó la vida.

Eva, primera pastora,
la vida al mundo quitó,
mas ya, hermosa labradora,
si por ella se perdió,
por vos se restaura ahora.

La vida, entonces perdida,
venís, naciendo, a traer;
pues si nos traéis la vida,
¿quién como vos puede ser
a esta aldea bien venida?

A esta aldea bienvenida,
Lope de Vega.