lunes, junio 20, 2005

Honores. Manuel Belgrano.

Bitácora del Navegante. Honores.

Con la costumbre de recordar a nuestros héroes desde su muerte (y no de su nacimiento), hoy 20 de Junio le toca al "día de la Bandera", que no es ni más ni menos que el homenaje a un símbolo que nos une, cubre, protege y nos da carta de identidad.
Se dice que inspiraron sus colores, el azul del cielo y el blanco de las nubes. Y porqué no pensar que así fue. Quizás Don Manuel Belgrano lo pensaba y jamás lo dijo.
Más allá de la elección, recuerdo a Belgrano -igual que a tantos otros patriotas- como un hombre simple que, de pronto, se ve llamado a Ser, a ser más, a ser para después, a ser para los demás.
Abogado, desde sus luces propició la independencia nacional, la libertad y el progreso social.
Quizás adoleció de ingenuidad; no sabía demasiado de intrigas políticas, burocracia, movimientos de poder... y hasta de guerra, aunque le fue dado el mando del Ejercito del Norte.
En el ejercicio de su misión, fundó ciudades cuando pudo. Trató de amigo al enemigo, sembrando semillas revolucionarias, mucho más poderosas que las balas estériles de los cañones asesinos.
Como ninguno, quiso diferenciar al pueblo naciente: reconocerlo como persona en el diálogo de las naciones libres.
Se encomendó a la Virgen... y se atrevió a desplegar por primera vez, frente al Paraná, la enseña con los colores que hoy nos pintan en el mundo entero.
Sufrió desaires, fue responsable de derrotas que prácticamente hicieron perder la cohesión social y geográfica con el Alto Perú. Después de Vilcapugio y Ayohuma, será liberado del mando y juzgado en Buenos Aires. (San Martín tomará su lugar, pero -militar experto- intuye la imposibilidad de la encomienda, y trama su plan libertario con el cruce de la cordillera de los Andes).
Como a muchos, la inminencia les dio el cargo de salvar un ideal, sin preparación.
Como tantos, llevaron en alto las insignias que se le confiaron hasta el fin.
Como pocos, murieron en un lecho humilde, dejando con el alma, el honor para todo un pueblo.

"Cuando Belgrano izó por primera vez la insignia azul y blanca a orillas del río que luego seria llamado, en conme­moración, Juramento, fue severamente reprendido por las autoridades porteñas, quienes le ordenaron deshacerse de ella y volver a enarbolar la roja y gualda de la Corona española.
No le fue mejor más tarde cuando en camino hacia el Alto Perú, festejando el segundo aniversario de la proclama de Mayo, vuelve a reemplazar el estandarte real por la bandera celeste y blanca, la que hace bendecir por el cura Gorriti y pasear por las calles de Jujuy.
Enarbolada en el Cabildo y saludada por salvas de los cañones, Belgrano hizo formar las tropas ante ella, arengándolas con lo que para muchos fue una verdadera declaración de independencia, alejada de las especulaciones politiqueriles de Buenos Aires.
"El 25 de Mayo será para siempre memorable en los anales de nuestra historia, y vosotros tendréis un motivo más para recordarlo cuando sois testigos, por primera vez, de la bandera nacional en mis manos, que nos distingue de las demás naciones del globo (...) Esta gloria debemos sostenerla de un modo digno con la unión, la constancia y el exacto cumplimiento de nuestras obligaciones hacia Dios (...) Jurad conmigo ejecutarlo así, y en prueba de ello repetid ¡Viva la Patria!”
Su comunicación al Triunvirato le es respondida por el inconfundible estilo de Rivadavia.
"E1 gobierno deja a la prudencia de V.S. mismo la reparación de tamaño desorden (la jura de la bandera), pero debe prevenirle que ésta será la última vez que sacrificará hasta tan alto punto los respetos de su autoridad y los intereses de la nación que preside y forma, los que jamás podrán estar en oposición a la uniformidad y orden. V.S. a vuelta de correo dará cuenta exacta de lo que haya hecho en cumplimiento de esta superior resolución."
Buenos Aires privilegiaba el temor a desagradar al embajador Lord Strangford y se sometía a la estrategia inglesa de sostener hipócritas buenas relaciones políticas con España, que excluían inoportunos arrestos independentistas de sus colonias, a cambio de arrancarle las mayores concesiones comerciales.
Furioso y despechado, don Manuel responde el 18 de julio de 1812, sincerándose que en las dos oportunidades había izado la bandera para "exigir a V.E. la declaración respectiva en mi deseo de que estas provincias se cuenten como una de las naciones del globo". Pero ya que el gobierno no dictaba la independencia, no le cabía otra conducta que recoger la bandera, "y la desharé para que no haya ni memoria de ella -escribe con conmovedor despecho-. Si acaso me preguntan responderé que se reserva para el día de una gran victoria y como ésta está muy lejos, todos la habrán olvidado."
Razones tenía Belgrano para estar sorprendido puesto que, imbuido de la necesidad de no precipitar la autonomía de España, había elegido para la bandera los colores borbónicos, de la casa del Rey Fernando VII: tres franjas, dos azul celeste exteriores y una blanca interior. Los colores que ya lucían en la Escarapela Nacional de las Provincias del Río de la Plata, creada por decreto del 18 de febrero de 1812.
Fue Sarmiento, quien, años más tarde, señalaría que "las fajas celestes y blancas son el símbolo de la soberanía de los reyes españoles sobre los dominios, no de España sino de la Corona, que se extendían a Flandes, a Nápoles, a las Indias; y de esa banda real hicieron nuestros padres divisa y escarapela, el 25 de Mayo, para mostrar que del pecho de un rey cautivo tomábamos nuestra Soberanía como pueblo, que no dependió del Consejo de Castilla, ni de ahí en adelante dependería del disuelto Consejo de Indias".
(¿Quién habrá inventado esa cursi historia de don Manuel elevando su mirada e inspirándose en cielo y nubes?)
La bandera celeste y blanca se izó en la fortaleza de Buenos Aires sólo tres años más tarde, luego de la caída de Alvear a raíz de su fracasada intentona de defenestrar a San Martín como Gobernador de Mendoza, sustituyéndolo por el coronel Perdriel



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Manuel Belgrano (1770-1820)

Nació en Buenos Aires, murió el 20 de julio de 1820 en la misma ciudad

Hijo de Domingo Belgrano y Peri, se educó en Buenos Aires y luego fue a España en donde estudió en las universidades de Salamanca y Valladolid, graduándose en leyes. Creador de la bandera Argentina.General; funcionario real de la colonia. Convencido de que su patria nunca podría progresar bajo el gobierno español, se convirtió en un defensor de la independencia. En 1794 recibió el cargo de secretario del Consulado que iba a establecerse en Buenos Aires.

Sus Memorias anuales constituyen un registro de los variados proyectos propuestos para el desarrollo de la agricultura, la introducción de nuevas industrias, el fomento del comercio, la construcción de nuevos caminos y el mejoramiento de los antiguos, mejores condiciones para la navegación y el establecimiento de nuevas escuelas para la formación de los partícipes en estos propósitos económicos.

La oposición obstruyó muchos de sus planes pero de todas maneras recibió un fuerte apoyo de otros, especialmente los comerciantes, los intelectuales educados en las nuevas ideas liberales de la Ilustración y los científicos y agrónomos.

Durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807, combatió como oficial de milicias contra Beresford, luego huyó a Montevideo para evitar jurar obediencia a la Corona británica.

Regresó para combatir, como oficial de patricios, bajo Liniers, derrotando a Whitelocke en la segunda invasión (1807).

Renunció al Consulado a comienzos de 1810 para descansar; fue convocado por los jóvenes patriotas para ayudar en la preparación de la Revolución de Mayo, en la cual jugó un papel preponderante, llegando a ser miembro del primer gobierno patrio, cuando se consideró necesario reunir a todas las regiones del virreinato bajo el gobierno patrio, Belgrano, fue enviado con tropas al Paraguay (septiembre de 1810).

Se encontró con una feroz oposición de los paraguayos.Tras la derrota de Tacuarí, el 9 de marzo de 1811, Belgrano firmó el armisticio con el coronel Cabañas. Acto seguido se retiró, convencido de que los paraguayos deseaban la independencia pero no el dominio de Buenos Aires, acto por el cual fue fuertemente criticado por los grupos porteños, pero fue pronto reivindicado.

Asignado a comienzos de 1812 para hacerse cargo de las nuevas baterías de Rosario, el 27 de febrero de 1812 Belgrano hizo una insignia azul y blanca como bandera oficial de los patriotas. La independencia aún no había sido declarada pero al no recibir la censura oficial enviada por el gobierno Belgrano convocó a su nuevo ejército en Tucumán para jurar obediencia a la bandera después de haber sido formalmente bendecida.

En 1816 el Congreso de Tucumán la declaró oficial

Habiendo recibido un ejército totalmente desorganizado, Belgrano lo recompuso a tiempo para lograr una brillante e inesperada victoria en Tucumán, el 24 de septiembre de 1812 y otra en Salta, e! 20 de febrero de 1813 (por la cual el gobierno lo recompensó con un premio de cuarenta mil pesos que él cedió para la fundación de cuatro escuelas). Desdichadamente estas victorias fueron seguidas por dos derrotas en el Alto Perú, la de Vilcapugio, el 1º de octubre de 1813 y, en su retirada, la de Ayohuma.

San Martín lo reemplazó como comandante del Ejército del Norte; enviado en misión diplomática a Europa, junto con Rivadavia, la restauración de Fernando en el trono español y la derrota de Napoleón provocaron el regreso de Belgrano a Buenos Aires en febrero de 1816.

Se trasladó a Tucumán donde fue firmada la independencia el 9 de julio de 1816.

El 25 de julio del mismo año adoptó su bandera nacional.

Belgrano pensaba establecer una monarquía -forma de gobierno que era la que mejor se adaptaba a las realidades políticas argentinas de su época- preferentemente bajo un príncipe inca. Estas ideas fueron rechazadas, a pesar de que muchos líderes del norte, como Martín Guemes, creyeron que este tipo de gobierno era necesario para ligar el noroeste argentino y él Alto Perú al gobierno de Buenos Aires en una nueva y unida nación.

Los siguientes años, 1816-1819, los pasó como comandante nuevamente del Ejército del Norte pero sin posteriores campañas en las zonas realistas.

Su creciente enfermedad prácticamente lo incapacitó en 1819 cuando se vio involucrado por los líderes de un movimiento revolucionario que derrocó a Mota Botello, gobernador de Tucumán;

Regresó finalmente a Buenos Aires.

Al bueno hombre, Salúd!