lunes, abril 18, 2005

Descontexto. Cartas melancólicas.

Bitácora del Navegante. Descontexto.

En el fondo, mi vida consiste y ha consistido
desde siempre en intentos de escribir,
por lo general malogrados.”
La tinta emerge obscura y espesa del interior,
como el viscoso petróleo negro.
Presionando las cavidades del alma,
encuentra un hueco por el que se derrama,
a través de la pluma, sobre el papel blanco, inocente.
La tinta mancha con penas y ansiedades,
deseos e ilusiones, no sólo esa carta;
también el corazón del escritor y del lector.
Combustible al fin, impresa la tinta,
se quema el espíritu, ahogando la mente
con humo y hollín.
Las palabras nos liberan:
nos ponen a andar, en el camino.
Sin ilusión, para qué vivir?
Nos engañan y engañamos, y así,
nos mantenemos vivos... y avanzamos.
Al mismo tiempo, nos vamos contaminando.
El combustible se acaba,
la máquina se detiene,
y en el vacío retumban las preguntas:
Ahora qué? Para qué? Por quién?...
Fragmentos de Cartas a Milena (terciando las últimas), por F. Kafka.
Martes
"Empiezo a romper cartas de nuevo, anoche una más. Eres muy desdichada por mi culpa (quizás contribuyan otros motivos, todo influye sobre todo), dilo cada vez más y más abiertamente. Naturalmente, no puede hacerse todo de golpe."
"Dices algo en una de tus últimas cartas (no me atrevo a sacarlas a la luz, lo más probable es que las haya leído demasiado deprisa y las haya entendido mal), algo así como que tu situación está llegando a su fin. Quisiera saber cuánto hay en ello de desesperación pasajera y cuánto de perenne verdad."
Miércoles
"...Así, sabes?, son las cosas que cuentas en tu carta. Espantosas e incomprensibles y sobre todo tan lejanas y cercanas como nuestro propio pasado..."
Viernes
"Una nueva interrupción, no voy a poder escribir más en la oficina."
"La tan anunciada carta casi podría inspirar miedo, si no fuera porque ésta es tan tranquilizadora. Qué tendrá? Esrcríbeme en seguida que llegue el dinero. Si se perdiera, te mandaría más, y si volviera a perderse, volvería a mandarte más, y así sucesivamente hasta arruinarme, y sólo entonces las cosas estarían en su sitio."
Martes
"Así que no recibirá respuesta de esta carta hasta dentro de diez o catorce días; en comparación con estos últimos tiempos es casi como si me hubieras abandonado, no es cierto?..."
Domingo
"...El 'o lo uno o lo otro' es demasiado fuerte. O eres mía, y en ese caso todo está bien, o te pierdo, y en ese caso no puede decirse que todo esté más o menos mal, porque ya no hay todo ni hay nada, ya no quedan celis ni padecimiento ni ansiedad, absolutamente nada. Y en verdad es hasta cierto punto una blasfemia construir tanto sobre una persona; por eso mismo penetra el temor en los cimientos, pero no es el temor por ti, sino el temor de haberse atrevido a construir de ese modo. Y por eso, como resistencia (aunque probablemente ha sido así desde un principio) hay tanta divinidad en tu amado y terreno rostro..."


El palomar de las cartas
abre su imposible vuelo
desde las trémulas mesas
donde se apoya el recuerdo,
la gravedad de la ausencia,
el corazón, el silencio.
Oigo un latido de cartas
navegando hacia su centro.
Donde voy, con las mujeres
y con los hombres me encuentro,
malheridos por la ausencia
desgastados por el tiempo.
Cartas, relaciones, cartas:
tarjetas postales, sueños,
fragmentos de la ternura,
proyectados en el cielo,
lanzados de sangre a sangre
y de deseo a deseo.
Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.
En un rincón enmudecen
cartas viejas, sobres viejos,
con el color de la edad
sobre la escritura puesto.
Allí perecen las cartas
llenas de estremecimientos.
Allí agoniza la tinta
y desfallecen los pliegos,
y el papel se agujerea
como un breve cementerio
de las pasiones de antes,
de los amores de luego.
Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.
Cuando te voy a escribir
se emocionan los tinteros:
los negros tinteros fríos
se ponen rojos y trémulos,
y un claro calor humano
sube desde el fondo negro.
Cuando te voy a escribir,
te van a escribir mis huesos:
te escribo con la imborrable
tinta de mi sentimiento.
Allá va mi carta cálida,
paloma forjada al fuego,
con las dos alas plegadas
y la dirección en medio.
Ave que sólo persigue,
para nido y aire y cielo,
carne, manos, ojos tuyos,
y el espacio de tu aliento.
Y te quedarás desnuda
dentro de tus sentimientos,
sin ropa, para sentirla
del todo contra tu pecho.
Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.
Ayer se quedó una carta
abandonada y sin dueño,
volando sobre los ojos
de alguien que perdió su cuerpo.
Cartas que se quedan vivas
hablando para los muertos:
papel anhelante, humano,
sin ojos que puedan serlo.
Mientras los colmillos crecen,
cada vez más cerca siento
la leve voz de tu carta
igual que un clamor inmenso.
La recibiré dormido,
si no es posible despierto.
Y mis heridas serán
los derramados tinteros,
las bocas estremecidas
de rememorar tus besos,
y con su inaudita voz
han de repetir: te quiero.