Atracan. Barcos del Norte.
Bitácora del Navegante. Atracan.
Rumbo norte el vigía distingue la figura y da la voz de alarma.
Lleva banderas aliadas, puedo verlas; puedo sentir su dulce perfume exhalado al flamear y alcanzarnos con el viento por sobre el aroma de salitre.
Salta sobre las olas, una balandra de bonito velámen, y mascarón de proa sonriente.
Ha navegado mucho, y la Capitana es invitada a bordo, a intercambiar noticias.
Cuenta que es de los mares del norte. Busca ciertas islas que no abundan por aquí.
Como es natural en el mar, comparto las cartas y documentos de los que dispongo. Ella me deja, a la hora cuarta de su visita, cierto texto que agrego a la bitácora.
Y vuelve a su nave. Ha viajado todo el día y debe descansar.
La tripulación en cubierta saluda en la despedida.
Leo y disfruto sólo para mí sus líneas marineras.
Para saber quién eres
he explorado tu cuerpo,
he seguido el curso de tus constelaciones celestes,
te he ido descubriendo lentamente.
¿Cuál de los ángeles innominados
sostiene la estrella donde tu barco no encallará jamás?
Y echas las redes de tu destino profundo,
y juegas tus decisiones sin regreso.
Tus ojos son el viento.
Tu voz que calla y que no duda,
tu voz me llama sin llamarme
y encierra las dimensiones del deseo.
Acostado en su cama
el capitán navega.
Cuenta los peces que escapan,
inaprensibles,
al territorio de los sueños
sin una palabra
que decline la noche.
Basta una roca que emerge apenas,
una risa,
un murmullo de viento
para que el capitán se oriente
como siguiendo las líneas
en la brújula del deseo
y ya dueño de los rumbos
navega también mi cuerpo.
Y mi cuerpo, entre sus manos,
es una orilla de arena que se abre
como el último puerto
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