martes, diciembre 07, 2004

Tintas. Extraño.

Bitácora del Navegante. Tintas.

No me había dado cuenta de ese silencio, hasta que se rompió. De hecho, convivió conmigo casi desde que te fuiste.
Es cierto, reconozco que no quise esperar más nada de vos, pero entre todas mis previsiones, ese silencio -justamente, por silencioso- se quedó afuera de ellas.
Hasta que ayer, de algún lugar cercano, se dejó escuchar... era ése, tu llamado, la señal de tantas cosas... de que existís, de que para vos existo, de que existen ganas de escucharte, de que existen ganas de escribirme, de que existe un medio para hacerlo.
Escuché el sonido y me confundí... simple y llanamente quedé atontado, loco por ese detalle que había olvidado.
Estaba preparado para no verte, no hablarte (o en su defecto hacerlo involucrándome lo menos posible), no recibir ni responder tus mails... pero, y esto?
Otra jugarreta más de los dioses, que como siempre, no tienen nada mejor que divertirse a costa nuestra.
El celular no era mío, aunque sonaba igual, acusando en la bandeja de entrada.

El mensaje de texto no era para mí, aunque -de seguro- ilusionaba a alguien.
Alguien, que iba a leerte, y no era yo; tampoco eras vos.
Sólo en esa omisión cruel, cabía esta ilusión: de que todavía éramos...