martes, diciembre 21, 2004

Descontexto. Kartas a Milena

Bitácora del Navegante. Descontexto.

Correspondencia. Se escribe, se vuelca el alma en tinta y se condensa en el papel. Y del otro lado una persona recibe los fragmentos de un corazón, y los une con las mieles de esperanza; o los deshecha en el fondo obscuro de un cesto.


…”Finalmente he vuelto a leer la carta del domingo, la encontré aún más terrible que la primera vez. Milena, me gustaría tomarle la cara con mis manos y mirarla fijamente a los ojos, y que usted pueda reflejarse en los míos, para que así no pueda volver a pensar en cosas como de las que me habla en su carta”…

…”Cuándo finalmente este mundo al revés recuperará su cordura? De día uno va con la cabeza que echa humo de tanto pensar –aquí, por doquier hay tan hermosas ruinas en las montañas que uno mismo llega a verse igual de hermoso-, sin embargo de noche se acuesta, y en lugar del sueño vienen las ideas más brillantes.”…

“…Y entonces en ese momento te llama Milena, con una voz que te penetra con ingual intensidad la mente y el corazón. Naturalmente, Milena no te conoce, unos cuantos relatos y unas cuantas cartas la deslumbran; es como el mar, fuerte como el mar, con sus masas de agua, y sin embargo, equivocada, capaz de precipitarse con toda su fuerza cuando así lo quiere la luna, ya muerta y esencialmente alejada de todo. No te conoce, y probablemente por un presentimiento de la verdad quiere que vayas. Que tu presencia real ya no podrá seguir deslumbrándola, de eso debes estar seguro. Terminarás, delicada alma, por no ir precisamente por eso, porque es eso lo que más temes?”…

“…Ante todo, si le dices que vas a ir, tal vez Milena ya no quiere que vayas, no por ligereza de espíritu, sino por cansancio, un cansancio natural, y te deje ir, aliviada y encantada, adonde tu quieras.
En segundo lugar: supongamos que vayas finalmente a Viena. Milena sólo piensa en el momento en que se abrirá la puerta. Indudablemente se abrirá, pero qué pasará luego? Aparecerá una persona alta y delgada, sonreirá cordialmente (eso lo hará sin la menor duda, es una herencia de una vieja tía que también siempre sonreía, pero en ninguno de los dos significa superioridad, sino timidez), y luego se sentará donde le indiquen. Y allí terminará definitivamente la ceremonia, en adelante apenas hablará, le falta la fuerza vital necesaria (mi nuevo compañero de mesa en el comedor dijo ayer, refiriéndose al régimen vegetariano del hombre callado: Creo con firmeza que para el trabajo mental es absolutamente necesaria la carne”), ni siquiera se sentirá feliz, también para eso le faltan fuerzas.
Ya vez, Milena, le hablo con franqueza. Pero usted es inteligente, constantemente advierte que aunque le digo la verdad (la verdad completa, desnuda y literal), la digo demasiado francamente. Sin estas declaraciones podría haber ido y desencantaría directamente. Que no lo haya hecho es simplemente una prueba más de mi franqueza, de mi debilidad”…

Fragmentos de Cartas a Milena, Franz Kafka