lunes, noviembre 08, 2004

Pensares: Uno mismo.

Bitácora del Navegante. Pensares.


Quién puede disfrutar la fantasía lírica que nace de la necesidad real?

"...si observamos detenidamente en el Cancionero, nos enteramos que al poeta lo conmueven, además de las virtudes de la bella, la carne de la bella: sus ojos, sus trenzas, su boca, su piel. Es verdad que los poemas escritos para Laura, en su mayor parte, son sutilezas, razonamientos petulantes y melindrosos, cosas que Petrarca cree, pero lo que siente es absolutamente distinto: el latigazo de los sentidos y las ansiedades y desafueros del amor. Esto lo coloca en una dicotomía terrible: no es tan audaz que pueda rebelarse contra sus creencias, ni tan creyente que logre acallar, a fuerza de fe, la carga erótica de su amor. Y lo deja entrever, o se le escapa, para alcanzar una dimensión humana que ha nutrido, después, a la mejor poesía amorosa ulterior: la polisemia del sentimiento amoroso como modo de entender la divinidad y la propia poesía..."

Quién suele responder por las consecuencias de la genialidad?

"...Ser mujer, nos dirían los lectores avisados en Dante y Petrarca, significa ser criatura privilegiada. Y lo dirían firmemente aferrados al concepto de mujer angélica hecha todo espíritu e inmaterialización. De hecho, si bien tan lejos de nuestro tiempo y de nuestra mentalidad, el “dolce stil novo” nos dejó un error que aún no se ha disipado: la idea de una mujer frágil, casi inconsciente, pura proyección de los deseos masculinos en lo imponderable de la nada. El error de una mujer aburrida, que termina creyéndose emparentada con los querubines, y que, hasta una edad tardía, se consiente así misma insulsas niñerías, o, lo que es aún peor, actitudes de místico abandono a la indiscutible voluntad del hombre..."

Quién puede descubrir el desvío de las luces que llevan a la oscuridad?

"...Petrarca tenía una devoción admirada por la Virgen, madre de Cristo, pero no sentía su destino victorioso, su destino de Reina del cielo y de la tierra no lo veía posible, ¡no lo sentía posible! Y, por tanto, el único significado al que se podía reconducir todo el esfuerzo redentor del Señor era ese esfuerzo lleno de significado, pero amargo, de una vida humana no salvada. No salvada como posibilidad de cada momento, como posibilidad de riqueza, de amor al Ser, de abandono en el corazón del Padre... Para Petrarca era cierto, era cierta la grandeza de Cristo; todavía era un hijo del Medievo, era un hombre bautizado. «Encomiéndame a tu hijo, veraz hombre y veraz Dios». Sin embargo, una ola de “valores” encubre la llaneza de este reconocimiento.Nuestra vida no debe ser así, ¡ya no puede ser así! Nuestra vida es introducción, fuerza de entrada, es reclamo lleno de tutela y de seguridad; y no podemos repetir lo que Petrarca sentía de su vida terrena, cómo sentía Petrarca su camino de hombre en este mundo: esta conciencia que le reprocha, sin que el perdón transforme en grandeza la pequeñez, e incluso la mezquindad. Su conciencia teme, y no tiene momentos en que pueda acallarse sin más; su reproche es sin remedio porque Cristo no es el mediador, no es el “remediador”. En fin, Cristo, Hijo de Dios e hijo de mujer, verazmente hijo, no salvaba nada de la condición humana excepto un perdón a nosotros mismos incompleto como razón y como totalidad..."

Quién puede combinar la tragedia lírica con la celebración de la vida?

"...Elizabeth Barrett utiliza el soneto como forma poética. Su interés es adaptar su voz lírica al soneto para, de esta manera, mostrar su deseo. En este punto la autora está rompiendo una forma poemática utilizada por los poetas masculinos más históricos, como fueron Petrarca, Dante, Shakespeare, Quevedo, Lope de Vega, etc. En sus sonetos no habla desde la posición de Laura o de Beatriz, puesto que ella se erige en protagonista del texto poético aventurando una suerte de autobiografía lírica.
Además, en el soneto de composición masculina, lo que separa al amante de la amada es la distancia. Elizabeth sigue esta tradición utilizando su situación personal: la enfermedad que hace que se distancie de los demás. En el poeta masculino la distancia no desaparece, puede hacerse visual, pero la unión no es posible. En nuestra poeta, el distanciamiento va a depender del tacto, no de la vista, y puede o no romperse. De aquí que Elizabeth emplee el tropo de la distancia en los Sonetos teniendo en cuenta el tacto. En ella el espacio se eliminará a través del toque sensual y la unión de los amantes..."

Acaso hay otra respuesta que la que estas pensando?...