martes, noviembre 02, 2004

In Memoriam: ADios, Alejandra.

Bitácora del Navegante. In Memoriam.

La última vez que te ví, no quise o no pude comprenderte y me fui de tu lado, del de Sergio, de Mora, Jazmín, Lauti...
Hoy te vi sin verte. Tenías el semblante en paz, y también el espíritu.

Dejaste en el mundo cuatro bonitos hijos, uno de ellos con dos lunas de edad.
Dejaste un buen hombre que siempre te va a recordar con amor.
Dejaste un padre que, invencible, se ganaba a sí mismo para cuidarte.
Dejaste una madre para quien eras como el oxígeno. Y un hermano que te lleva dentro..
Dejaste todo un legado de amor, salvo en mi memoria: esa semilla dura del orgullo, que no da frutos.
Aquella incomprensión me alejó de lo que quería. Me alejó de mí mismo.
Y hoy me cambiaste ese mal sabor por otro de esos panes que alimentan el alma.
Me mostraste que no hay tiempo para tonterías; y que cuando no pudiese evitarlas.... las soportase sin exigirme, hasta el momento en que mi comprensión, mi paciencia o mi esfuerzo fuesen suficientes para transformar esa semilla estéril en actos de amor y fe.
Ese amor tan dificil de encontrar, de mantener... ese amor precioso.
Dejaste todo..., que de alguna forma, te quedaste.
Pedirte perdón, orar por tu viaje,
tomar tu herencia, como regalos del cielo;
tomar lo que dás,
y dejarte ir en Paz...
Hasta pronto, Ale.


"El hombre niño vivía tironeado entre el miedo y el asombro. Y cada una de esas realidades las vivía por sí mismas; desconectadas las unas de las otras.Cuando el trueno bramaba, acurrucado en su caverna temblaba por su vida. Toda su vida se refería a la tormenta en ese momento.Cuando el sol aparecía, olvidaba el vendaval y gozaba del fresco aire y de la luz.
El hombre niño era recolector. Dividía a los árboles entre frutales y silvestres, según le dieran fruta o no. Distinguía a los animales entre mansos y salvajes. Llamaba manso al animal que lo acompañaba, y salvaje al que le huía o lo atacaba.No. No era un turista.
Se sentía menos importante que la tierra, a la que no sentía como amante sino como madre. No era un turista, era un nómada. Vivía de la búsqueda: por eso florecía en asombros y se marchitaba en angustias. Vivía de lo que encontraba y por eso trashumaba por la tierra en busca de frutos, raíces y semillas.Gozaba y sufría al ritmo de sus hallazgos y de sus decepciones. No comprendía el porqué de la dureza del carozo encerrado en el dulzor de la fruta madura. A veces, presionado por el hambre al final de los inviernos, volvía a buscar el carozo y se entristecía al encontrarlo germinado en tallo, inútil ya como alimento. Y se iba decepcionado sin entender el sentido del carozo. ¡Cuántas veces malgastó frutas y desperdició semillas, porque tenía ya el hambre saciada!
Pero la tierra madre velaba por su hombre niño, y recogía esas semillas y esas frutas mordidas a medias, para hacerlas germinar en nuevas entregas.
Tal vez haya sido su decepción hecha experiencia frente al germinar de los carozos; tal vez haya sido el hambre o su recuerdo en los días de abundancia. Lo cierto es que a medida que iba creciendo, el hombre niño se fue aquerenciando en la tierra. Se dio cuenta de que podía ser algo más que recolector. De que si sembraba una semilla, luego de la espera tendría allí un puñado de semillas; de que si regaba una planta, la planta florecía. Comenzó a realizar actos de fe en la tierra; y sembró esa tierra con amor y tuvo en ella esperanza.
Y el hombre se hizo agricultor y sedentario.Ya no buscaba semillas en la tierra; sembraba la tierra con semillas y aguardaba las cosechas.
Conoció que la tierra tiene sus ciclos, y aprendió a respetar los ciclos de la tierra. Y se dio cuenta de que eso tenía que ver con las estrellas.
Mucho tiempo después, cuando se convirtió en navegante, descubrió que su tierra también era como una estrella. Que también él navegaba en los espacios, habitante de una estrella.
Porque lo importante, lo que alimenta a un hombre que ha crecido, no es la habilidad para encontrarle sentido a la vida. Lo que importa es ponerle sentido a cada acontecimiento de nuestra vida. Dios nos ha regalado una semilla: su Palabra. Su palabra para nosotros; su plan concreto para sembrar nuestra vida. A nosotros nos toca, bajo su mirada buena, sembrar de sentido los acontecimientos de nuestra vida, que marcha hacia la trilla violenta de la muerte, donde lo que perdurará será la semilla, teniendo que abandonar el rastrojo que hasta allí la hizo posible.
La fidelidad brota de la tierra, de arriba viene la lluvia(Salmo 84).
Habita tu tierra, y practica la lealtad(Salmo 36).

El nómada y la siembra, M. Menapace.


Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si me falta amor sería como bronce que resuena o campana que retiñe.
Aunque tuviera el don de profecía y descubriera todos los misterios - el saber más elevado -, aunque tuviera tanta fe como para trasladar montes, si me falta amor nada soy.
Aunque repartiera todo lo que poseo e incluso sacrificara mi cuerpo, pero para recibir alabanzas y sin tener el amor, de nada me sirve.
El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo.
No se alegra de lo injusto, sino que se goza de la verdad. Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo.
El amor nunca pasará. Las profecías perderán su razón de ser, callarán las lenguas y ya no servirá el saber más elevado. Porque este saber queda muy imperfecto, y nuestras profecías son también algo muy limitado; y cuendo llegue lo perfecto, lo que es limitado desaparecerá.
Cuando era niño, hablaba como niño, pensaba y razonaba como niño. Pero cuando me hice hombre, dejé de lado las cosas de niño. Así también en el momento presente vemos las cosas como en un mal espejo y hay que adivinarlas, pero entonces las vemos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré como soy conocido.
Ahora, pues, son válidas la fe, la esperanza y el amor; las tres, pero la mayor de estas tres es el amor.

1 Cor. 13


"Dicen que las alegrías, cuando se comparten, se agrandan.Y que en cambio, con las penas pasa al revés. Se achican.Tal vez lo que sucede, es que al compartir, lo que se dilata es el corazón.Y un corazón dilatado esta mejor capacitado para gozar de las alegríasy mejor defendido para que las penas no nos lastimen por dentro."
M. Menapace.
Gracias por compartir hoy mis penas.