martes, octubre 05, 2004

Schökel: Mañana Incierto

Bitácora del Navegante. Descontexto

No te las prometas del mañana,
no sabes lo que engendra el día
Prov. 27, 1

Uno hecha sus cuentas confiando al futuro actividades y venturas: lo que hará y lo que será. Es como si pidiera fiado al futuro. Pero cada día llega preñado de sucesos y circunstancias que no controlamos. Ser niño o niña? Saldrá al padre o a la madre? Hasta que salga a la luz no lo sabemos. Con falsas ilusiones y engañosas promesas el mañana va matando al hoy. No valen méritos futuros frente a carencias presentes. A quienes se propongan hacerse ricos en un año Santiago les amonesta:

Mañana o al otro iremos a la ciudad,
pasaremos allí un año,
haremos negocios y ganaremos dinero.
Que sabéis del mañana?...
Deberías decir: si Dios quiere.
Sant 4, 13-14



Nota personal: Schökel mismo sugiere hacer nuestras propias notas a las citas elegidas. Yo sugiero conformarse con lo que él ha escrito, que es lo trascendente. Y si se atreven a lo que sigue, solicito quieran tener a bien releer nuevamente las citas y su comentario.
Puedo agregar palabras vanas, individuales, de este mundo: al mañana incierto a veces lo imagino como si fuese un espejo, en donde puedo reflejarme a mí mismo, en el futuro. Pero... este espejo está muchas veces nublado de "falsas ilusiones", y no responde a mis movimientos. Cuando llego al futuro, soy otro yo, y la imagen que yo era, no es más mi reflejo. Y la historia vuelve a repetirse...
Ilustro confusiones con pinceladas de maestría.


Yo que sentí el horror de los espejos
No sólo ante el cristal impenetrable
Donde acaba y empieza, inhabitable,
un imposible espacio de reflejos
Sino ante el agua especular que imita
El otro azul en su profundo cielo
Que a veces raya el ilusorio vuelo
Del ave inversa o que un temblor agita
Y ante la superficie silenciosa
Del ébano sutil cuya tersura
Repite como un sueño la blancura
De un vago mármol o una vaga rosa,
Hoy, al cabo de tantos y perplejos
Años de errar bajo la varia luna,
Me pregunto qué azar de la fortuna
Hizo que yo temiera los espejos.
Espejos de metal, enmascarado
Espejo de caoba que en la bruma
De su rojo crepúsculo disfuma
Ese rostro que mira y es mirado,
Infinitos los veo, elementales
Ejecutores de un antiguo pacto,
Multiplicar el mundo como el acto
Generativo, insomnes y fatales.
Prolongan este vano mundo incierto
En su vertiginosa telaraña;
A veces en la tarde los empaña
El hálito de un hombre que no ha muerto.
Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro
Paredes de la alcoba hay un espejo,
Ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo
Que arma en el alba un sigiloso teatro.
Todo acontece y nada se recuerda
En esos gabinetes cristalinos
Donde, como fantásticos rabinos,
Leemos los libros de derecha a izquierda.
Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
No sintió que era un sueño hasta aquel día
En que un actor mimó su felonía
Con arte silencioso, en un tablado.
Que haya sueños es raro, que haya espejos,
Que el usual y gastado repertorio
De cada día incluya el ilusorio
Orbe profundo que urden los reflejos.
Dios (he dado en pensar) pone un empeño
En toda esa inasible arquitectura
Que edifica la luz con la tersura
Del cristal y la sombra con el sueño.
Dios ha creado las noches que se arman
De sueños y las formas del espejo
Para que el hombre sienta que es reflejo
Y vanidad. Por eso nos alarman.

Los espejos, J.L. Borges