Descontexto. Grau: Unamuno.
Bitácora del Navegante. Descontexto.
Reitero. Descontexto: extractos elegidos. Cuidado con caer en una conducta del pensamiento "internetizada": sacar de El Aleph global conocimientos parciales, que más que guiarnos a verdades lo harán por el sendero de la confusión.
La idea es transcribir letras sentidas: para indagar, ignorar, o aquietar sentimientos ( pensamientos, en su defecto...=)
Unamuno fuen un personaje torturado, trágico... y profundamente fecundo también. Pero antes de su muerte -entiendo- alcanzó a entrever que no existe Una respuesta, porque la pregunta que portamos nos queda demasiado grande, como para querer contestarla solos...
Paz y Bien lector arriesgado: Cuidado de no caer -por el camino de las buenas intenciones- en el mismo infierno.
"Agonía viene del latín y tiene origen griego (lucha, combate). Según la Academia, angustia y congoja del moribundo, y en sentido figurado, pena o aflicción extremada y también ansia o deseo vehemente, acepción en que la tomamos aquí, que no es la del ser humano físicamente vecino inmediato de la muerte, sino la agonía psíquica, determinadamente psíquica y personal de ciertos seres.
Esta íntima agonía -angustia metafísica- se produce también, por causas lógicamente fatales, en individuos predestinados, constitucionalmente refractarios al escepticismo. Este trae una resultancia de tranquilidad e indiferencia: es en sí poco dramático. Se conforma forzosamente en el no creer y suele concretarse e un estado de indiferente serenidad.
La agonía, en cambio, es siempre trágica. Es un no avenirse con la inevitable duda: un ardiente, inmoderado afán de apoyo moral, de ansia de verdad, de llegar a un puerto donde pueda anclar el espíritu sacudido, recostándose en algo, aprisionando aunque sea una sombra de certeza con que librarse del tormento de la duda, camino del vacío. De esa pavorosa sensación de hueco infinitod, donde nada es cierto... La vida es menos que un sueño. Cenizas de ilusión. Quimera sin fundamento..."
"Y no valga unir lo temporal a lo eterno, refugiándose en la abstracción, porque ciertos hombres no se tranquilizan con fríos conceptos explicativos. No hay vida digna de hombre sin pensamiento y sin ideas; pero la vida no es sólo idea ni pensamiento: la vida es una concreción orgánica, un animado compuesto de células, que necesita asirse a sí misma, a su concreción para ser vida. La gran tragedia del hombre pensante es no ser animal del todo..."
"Mas en el estado de agonía, estados frecuentes en hombres como Pascal, Kierkegaard o Unamuno, las cosas, la palabra, la geometría exterior de lo que vemos, el arte plural, incluyendo la música, ritmo del tiempo, que parece acusar sensoriamente a Dios, no bastan: tienen la limitación de lo aprisionado en una inevitable morfología. Se anhela algo esencial tras todas las formas, motivos substanciales, el nóumenos, o lo absoluto: Dios. Y éste, al decir de Renán, más se esconde cuanto más se le busca con el entendimiento y la razón. Y la fe, la intuición, pueden ser, para ciertos hombres nacidos para explicarse las cosas, un fantasma más: una poderosa autoilusión, que huye de ser contrastada y sujeta a un conocimiento positivo. Y este desmesurado y febril afán de realidad determinada, plenamente convincente, que dé un sentido de verdad eterna, presidiendo el constante mudar del mundo exterior y del Universo que se nos alcanza, y nos descubra nuestro ser o no ser en el tiempo; este problema capital de averiguar si somos un termes más en la creación, tan efímero como un mosquito, o "somos del todo", por encima de nuestra carne maravillosa y deleznable; este viejo y eterno problema, que sacudió a Hamlet y a tantos más; esta interrogación, madre, para ciertos seres, de toda angustia, ha constituído todas las agonías religiosas e individuales."...
"Hamlet o el hombre siempre redivivo, con todas sus debilidades, manifiestas o latentes, como las del príncipe de Dinamarca, que olía algo podrido, sin buscar en sí mismo las energías para ahuyentarlo. Siendo, sómos o no somos? Si no somos, que nos importa ser un fugaz, prisionero de nosotros mismos, y tan limitado en el tiempo como la vida de cualquier pobre bestia?"...
..."la Naturaleza, que no puede ser vencida ni se deja olvidar, por mucho que se quiera superarla. Ella cuida con el mismo esmero y solicitud a todo lo creado para ser tronchado o fenecido, y pone la misma perfección en dar garras, sistema dentario magnífico y peregrina hermosura a las fieras, y previene con la misma sabiduría al desarrollo y pujanza del tigre que al del ciervo, el corderillo o el tierno e indefenso cachorrillo humano. le es indiferente el futuro inmediato destino de su creación. Pone idéntica maña en dotar de garras al águila o al león, para que vivan de lo que maten, como en abrigar con nubes de lana al borrego, o de espléndido plumaje a ciertas aves, dando a todos el mismo instinto y alegría de vivir ... Sus designios visibles, monstruosos y soberbios, favorecen el dominio del fuerte, al que suele dar además la hermosura de muchos animales de presa, elásticos y flexibles, humillando a su vez a esos fuertes con el terrible enemigo de extrema pequeñez, invisible para la mirada. Deja en absoluto desamparo a las víctimas de la vida que crea, impasible a toda plaga y desgracia de sus hijos. Toda ella está fuera de la sensibilidad humana. "Natura e sorda que misorar no sa", excalmó el solitario poeta de Recanati, en verso inmortal. La Naturaleza es el Anticristo, y hasta ahora no tenemos ninguna prueba, pese al bello romance del poeta Rubén, "Motivos del lobo", de que ninguna fiera respetara a San Francisco sino llevaba éste otros medios de defensa de su palabra angélica."
"Tampoco sabemos que haya aparecido ningún Jesús entre los animales. Bastaba el Cristo-hombre, el hombre, para oponerse a la impasibilidad de la Naturaleza, para redimir también por el amor a todo lo que vive. Mas la tristeza, la agonía cristiana, ha estado reservada sólo a ciertos seres humanos. Pero los humanos, representados en general por Linneo en su "homo sapiens" que es también el "homo homini lupus", han sido, al aparecer el hombre sobre la tierra, los personajes del drama, las personas de la tragedia que nos alcanza, obligados a entrar en ella, queramos o no, para divertir o entretener a nuestra progenitora Natura; creadora de todo lo existente y autora libérrima del gran teatro del mundo, que no consulta a ningún actor si le place o no el papel que le da en la gran empresa de la farsa humana, de que es única autora y mantenedora. Mas el hombre, ambicioso, rebelde y vanidoso, como todo actor de raza, se ha rebelado, como en la vieja comedia de nuestros teatros al uso; se ha alzado, soberbio, contra el autor, aunque ese autor sea la Natura. Se ha rebelado, le ha hecho frente, y en algunos casos la ha dominado y la domina parcialmente... pero ella manda, al cabo, mientras tenga en sus manos las fuerzas cósmicas: el nacer y ela muerte, fin inexorablemente trágico de toda farsa, por divertida, rebelde y licenciosa que sea. La muerte es la coacción suprema, que nos tiene cogidos en sus garras... y he ahí que todo el nudo gordiano del hecho de vivir, para morir, como único fin fehaciente hasta ahora de toda metafísica humana...Sólo que la muerte visible tiene una realidad demasiado clara y sencilla... La muerte que advertimos, que conocemos, puede tener "consecuencias todavía incalculables". Esencialmente fuera de su rotuna exterioridad y del evidente fenómeno de perecer, de fenecer, sigue tan desconocida como todo. Todo reducido al eterno nóumeno: a la esencia misteriosa no aprisionada."
de el Capítulo VII, Agonía, de "Unamuno: su Tiempo y su España", Jacinto Grau.
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