lunes, agosto 02, 2004

Bitácora del Navegante. Descontexto.

Me place -siguiendo el tema, o un par de temas- citar unas frases de La Odisea, de Homero. Quisiera transcribir también parte del prólogo de Antonio Alegre Gorri (Los Clásicos de Grecia y Roma, Planeta DeAgostini). Puedo ver algunas constantes mitológicas: los desafíos, el descenso a los infiernos, las pérdidas en un viaje tormentoso e inacabable, la llegada al hogar. A animarse con estos pasajes.

"Sea como fuere, la Ilíada y la Odisea son dos poemas épicos de enorme fuerza, sabiduría y belleza, que formaron la juventud de la Grecia arcaica, y que el hombre moderno se asombra cuando las lee: por sus reflexiones filosóficas, por la penetración psicológica, por la belleza literaria, por la modulación de los caracteres de los personajes, por las fantásticas relaciones entre dioses y hombres... la Ilíada es la mas bella idealización novelada de un acontecimiento normal: la conquista de ricas y estratégicas ciudades, llaves del comercio con Oriente, por parte de los núcleos de poder de los micénicos del Peloponeso...
Ulises nace en Itaca, una isla de la costa occidental de Grecia, al noroeste de Cefalonia, en el mar Jónico. Su padre era Laertes, quien le entregó el trono de Itaca. Casó con Penélope, de la que tuvo un hijo, Telémaco. Paris había raptado a Helena, esposa de Menelao, hermano de Agamenón, y se la llevó a Troya. Menelao pedía ayuda contra el raptor; todos los príncipes aqueos se unen e inician la guerra contra Troya, para rescatar a Helena!, Menelao, Agamenón, Aquiles y Ulises!, entre otros célebres guerreros y príncipes...
Ulises se mostró en la guerra de Troya como audaz, astuto, inteligente, prudente, combatiente de gran valor, ayudado casi siempre por la diosa Atenea: a Ulises se le atribuye la primera idea de la construcción del caballo de madera cuyo vientre estaba henchido de guerreros, que iniciaron la conquista de Troya.
La Odisea narra los hitos del retorno de Ulises a su patria..."
Del prólogo, edición y autor citados.

Musa, dime del hábil varón que en su largo extravío,
tras haber arrasado el alcázar sagrado de Troya,
conoció las ciudades y el genio de innúmeras gentes.
Muchos males pasó por las rutas marinas luchando
por si mismo y su vida y la vuelta al hogar de sus hombres,
pero a éstos no pudo salvarlos con todo su empeño,
que en las propias locuras hallaron la muerte. Insensatos!
Canto I, 1-7

Caminamos en busca del mar y la rápida nave
con profundo dolor derramando mil lágrimas. Circe,
a este tiempo llegando al oscuro navío, amarrados
una oveja dejónos en él y un cordero, ambos negros,
y escapó sin ser vista, pues, quien, cuando un dios no lo quiere,
le vera por aquí o por alla dirigir sus caminos?
Canto X, 569-574

Tal hablaban los dos entre sí, cuando vieron un perro
que se hallaba allí echado e irguió su cabeza y orejas:
era Argo, aquel perro de Ulises paciente que él mismo
allá en tiempos crió sin lograr disfrutarlo, pues tuvo
que partir para Troya sagrada. Los jóvenes luego
lo llevaban a cazas de cabras, cervatos y liebres,
mas ya entonces, ausente su dueño, yacía despreciado
sobre un cerro de estiércol de mulas y bueyes que habían
derramado ante el porche hasta tanto viniesen los siervos
y abonase con ello el extenso jardín. En tal guisa
de miseria cuajado se hallaba el can Argo; con todo
bien a Ulises notó que hacia él se acercaba y, al punto,
coleando dejó las orejas caer, mas no tuvo
fuerzas ya para alzarse y llegar a su amo. Este al verlo
desvió su mirada, enjugóse una lágrima, hurtando
prestamente su rostro al porquero...
Canto XVII, 290-305.

Ningún ser más endeble que el hombre sustenta la tierra
entre todos aquellos que en ella respiran y andan,
nunca piensa que va a sufrir mal mientras le hacen los dioses
prosperar y sus pies le mantienen erguido, mas cuando
las deidades de vida feliz le decretan desdichas,
mal de grado se inclina ante ellas con alma paciente;
el talante del hombre que pisa la tierra se ajusta
con la suerte del día que el padre de dioses y humanos
va mandando: yo pude también ser dichoso en el mundo,
mas me di a hacer locuras fiando en mi fuerza, en mis bríos,
en la ayuda y poder de mis padres y hermanos. Por ello
nunca debe un mortal practicar la injusticia; recoja
silencioso los dones que el cielo le dé; yo estoy viendo
a los jóvenes estos tramar insensatas empresas
Canto XVIII, 130-143