domingo, julio 25, 2004

Bitácora del Navegante. Pensares.

No se si sabrá quién lee que escribo para compartir. Bah, un poco y un poco, también escribo para desahogar: lo que supera la razón y, sobre todo, el corazón.
No hay hilo conductor en esto, más que lo que acabo de aclarar.
Hoy domingo a la mañana salí de mi trabajo, y no llegué a tomar el tren de las 8, que me dejaba en Victoria 8:40, a punto para la misa de las 9:00 en la Abadía Benedictina de Santa Escolástica.
Plan B (está de moda): tomo el de 8:30 y voy a mi casa a desayunar.
Una vez en el viaje, me puse a leer... pero tenía un poco de sueño, y entonces abandono la revista y entro en ese estado de ensueño, entre la vigilia y la inconsciencia... y empiezo por recordar que por no apurarme perdí el primer tren... y no hice algo que quería hacer; entonces -siempre en ese "estado alterado", pido a Dios una guía. Así de sencillito.
Me despierto de pronto con el tren frenado, y le dijo a mi vecino de enfrente... Sr., qué estación es ésta? El tren arranca y me dice, -"Beccar". Cuento: me pasé una estación de San Isidro, iba para dos... pero la próxima, "Victoria", es donde tengo que bajar para ir a la Abadía...
Sin palabras.
Bajo del tren en Victoria, cruzo el puente (por primera vez, siempre cruzo por la vía -mal hecho-) y en un quiosco veo un cd de Lerner de Musimundo a $5... Lerner, que siempre estuvo, pero tan cerca me llega en estos momentos. El amable quioskero -charla mediante- me lo vende (sorprendido que sea "original", y no una copia como todos los demás).
Sin palabras.
Sigo viaje, son 9:11 y cuando salí de trabajar estaba nublado el cielo, y triste yo. Ahora tenía el sol de frente, mi destino cerca, y felicidad en mi corazón.
Encuentro en el piso una flor amarilla y la guardo. Y otra, y otra hasta que veo que adelante hay miles, la vereda es amarilla.
Me siento con ganas de dar gracias por todo, y grabo en la minigrabadora de periodista, estas palabras:
Cuando bajo la mirada,
y no encuentro nada,
Vos estás, arriba, iluminando.
Y de pronto veo una flor,
pero son miles de flores
las que ponés en mi camino.
Y aunque como siempre,
llego tarde,
me recibís en Tu Casa,
y yo estoy contento en Tu Casa.
Y siento ganas de agradecerte,
y ofrecerte algo,
pero todo es tuyo, Señor.
Gracias.
...
Cruzo la calle, entro a la Iglesia y... quién estaba iniciando justo el sermón? El Abad Enrique, de Los Toldos!....
Sr., tus caminos son misteriosos... pero gracias por ponerlos frente a mis pies.
Habla de la Oración, y no sólo como pedido, sino como alabanza... y de la oración contínua, pq el que reza en horas determinadas, no reza nunca (!)
Al fin... voy de compras a la Santería, unas estampas (dejo una con un saludo para el Hno. Enrique y La Comunidad) y un libro de los Padres de la Iglesia sobre la Oración.
Sigo La Odisea: Blockbuster.... alquilo una "Perdidos en Tokio" o algo así. Coto, remís, casa, vecinos, perro, siesta, ropa, bici, y una escapada al ciber, para fijar en letras virtuales, un pequeño milagro cotidiano, que quiero compartir con ustedes, mis amigos -conocidos o no-, mis hermanos.
Un pequeño milagro: vivir en compañía un día que empieza común como todos, en domingo, en el día del Señor.
Gracias.