Bitácora del Navegante. Pensares.
Es increíble como el destino se nos revuelve entre las manos, fuerte y resbaloso como un Dorado que quiere volver al agua.
Sabado a las 9:30 de la mañana, vuelvo a casa de trabajar... pretendo pasear con los perros, hacer compras, lavar ropas y platos...
Pretendo... pretencioso: primero tengo que bajar en la estación correcta. Me despierto y mis ojos ven el cartel de "San Isidro", así que tomo los bártulos y me bajo en las últimas.
Hogar dulce hogar, mañana fea... nublada y húmeda. Mi cama gana, que está despejada y seca, y me retiene hasta el mediodía.
Me despierto con energías (sublimando yo?...)y quiero hacer algún cambio en mi cuarto. Compro pinturas y otras cosas, y al rato estoy moviendo muebles, pintando paredes, colgando cuadros...
El piolincito resulta ser cordel de un ovillo gigantesco de locura, como una mezcla de Gaudí-Dalí: terminé a las seis de la mañana (con sólo un intervalo de 01:00 a 3 y algo de la madrugada, en que comí pan, queso y una naranja de mi primer cosecha -riquísima-, viendo los puentes de madison -tierna-).
Escritorio y bibliotecas: reubicados. Pared: marrón debajo, guarda blanca, verde en medio y celeste en la parte superior. Un cambalache, ya sé... Representa la tierra y el cielo, obvio. Y en la pared de la cabecera de mi cama, solo celeste cielo. Me faltó el Sol... pero eran las seis de la mañana. El domingo se me iba a achicar demasiado... y yo que quería ir a Misa!.
Me acuesto y, a las 8:30, me despierto sólo. Mmmm otra casualidad? No se, o prefiero pensar que no. Me levanto y llego a la Abadía (no en bici, obvio, que tampoco soy superman). Así que hubo comunión dominical. La compañía fraterna, un chocolate, un dulce de leche de Los Toldos, un libro, un cd, el tren... compras para el hogar... cyber... y aca estoy...
Y de acá me voy.
Que además de los platos, la ropa y los perros, un Sol me espera.
domingo, junio 27, 2004
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