jueves, junio 10, 2004

Bitácora del Navegante. Al Almirante.

En sesenta lunas apenas transcurre la mitad de una de las cuatro estaciones que componen el año solar.
Sesenta despertares, sesenta mañanas sin tu tibieza color sol.
Sesenta regresos, sin que estés ahí para pelearte.
Sesenta noches sin tu luz estelar.
Sesenta días de nada, sesenta vidas en una sola muerte.
Sesenta ausencias, con sesenta soledades.
Sesenta días, y ni uno solo sin recordarte.
Sesenta días que no dejo de quererte.
Te amo papá, sos la primera persona en mi vida que me abrió la puerta al Amor.
Y no es raro que te adore tanto: te debo dos veces la vida: la que me diste allá por el 30 de octubre de 1971, y la Nueva Vida, aquella que nació del dolor el 26 de enero de 2004.
Soy un hombre y un Hombre Nuevo, y gracias a vos, papá: todo es obra tuya.
Gracias por tu herencia de amor, ese amor que no supe comprender cuando estabas en este mundo.
Gracias a nuestro Padre que me dio la Gracia de poder amarte sin fronteras, de aquel lunes 26 de enero al lunes 12 de abril. Y desde entonces, para siempre.
Que mis palabras sean Faro para honrarte o Escollo para naufragar. Así sea cumplido.
Y que no todo sea en vano.