lunes, abril 05, 2004

Bitácora del Navegante.
Dejando en claro quien gobierna los cielos, el Sol volvió a aparecer sobre el río a eso de las siete. Subió unos metros, observó altivo sus territorios, y acto seguido se ocultó entre sábanas de nubes.
Golpeaba el agua los escombros, y el aire llevaba almas (mi halo exterior se fue con ellas). Supe que no solo el Señor Sol conoce a Dios, pues estaba escuchando en el río agitado y en el viento apurado, dos de Sus nombres secretos.
La Negra oteaba el horizonte como esperando una vela; un barco con el destino a bordo. Hoy no vino, parece. A ella no le importó mucho, igual.
Duque y Kaisey, mojados y sucios, inspeccionaron el campo, a ver si todo marchaba bien.
Con la oracion para Angel, bajé del escenario, y volví a casa.