Anotaciones en viaje. Mundial.
Al partido Argentina – Holanda, se llega con los dos equipos clasificados. La situación de base es tranquila, incluso se pueden probar los jugadores del banco, desde el inicio como titulares.
Ahora, ninguno quiere ganar? Claro, los dos, pero cuánto están dispuestos a arriesgar por ello?
Argentina viene de golear: Holanda se mueve con respeto, porque puede quedar mal parada. Entonces, la cautela: quién quiere llegar con una derrota encima a un encuentro –los octavos de final, que es lo que realmente importa- donde no hay margen para el error?
A su vez, Holanda pone el cuerpo, literal y metafóricamente: sus jugadores pesan más, son más altos y eso hace que también Argentina no juegue con soltura.
Aprovechan cada segundo –es experiencia mundialista-. Argentina gana seguridad en el arco, en la defensa, en la conducción.
Y eso se ve que es táctica, porque ambos equipos juegan en bloque: cuidan el arco, cuidan los jugadores, miran el reloj. Como en un partido de ajedrez, el juego se traba y lo que inclina el tablero es la diferencia de calidades, que en el caso, no tienen suerte para convertir.
Termina el segundo tiempo y parece que no pasó nada, que se hubiera pactado para que todo permanezca como estaba.
Pero no es así. Si a Holanda no le molesta salir segundo, Argentina valora ser primera en su grupo (el famoso “ grupo de la muerte”). No le marcan goles. El pase a Octavos lame las heridas recibidas, limpia las amarillas.
Se logra un objetivo y se avanza con seguridad al otro.
No es juego bonito. Es estrategia.
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