Tintas. Corazones y Malezas.
Conrad -como Borges-
asfixia la vida
en una muñeca rusa.
Y un viaje, siempre el viaje;
la Historia del Marinero
que, aquí antes de partir,
embarca a todos en una noche,
en otra historia.
Un hombre, un río, el viajero,
se dejan encontrar -por no morir-
en El Corazón de las Tinieblas.
allá donde todo cambia,
Cuerpo, Mente, Espíritu.
Qué otra cosa es Marlow,
sino un viaje a través suyo,
entre lagunas de una realidad
estática y temible.
Si los espejos y el acto carnal
multiplican al hombre,
los viajes lo vuelven inmortal.
Por eso retorna Marlow,
para cargar encima su relato;
y sobre él colgarse a Kurtz,
el peregrino que, al morir
-o al nacer, tal vez- advierte:
"`El viaje!. El viaje!'
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