Que todos sean uno.
En el sueño veía la historia de un griego que dominaba la idea; un romano extendía su paz; un macedonio conquistaba medio mundo; y un genovés descubría la otra mitad.
Eran épocas en que el hombre era el centro del Universo.
Pero ese tiempo pasó.
Los profetas dejaron de acompañarnos, fuese porque el Mesías había venido o era ya improbable su llegada.
Los colores pasaron de cinco, a siete, a sesenta y cuatro, a doscientos cincuenta y seis... para perderse en un infinito que incluye los grises.
No se supo quién Gobernaba. Las revoluciones y golpes de estado no tenían sentido, porque el poder estaba oculto o distribuído, que es lo mismo.
Por qué y Para qué seguían siendo laberintos de tiempo, en los que la humanidad se perdía, entre gritos de dolor y muerte.
Nadie podía salvar al mundo.
Ni un griego, ni un romano.
No uno.
Pero sí uno en algunos.
Y algunos entre todos.
Mi sueño es esa Propuesta de que todos seamos uno.
Ignoro cuál es mi lugar en el mundo, pero desde el lugar que me toca en este mundo lo quiero buscar a diario.
No se Por Qué ni, Para Qué: quizás esté bien no saberlo; y entonces vivo con eso.
El prójimo, mi próximo, es el espejo que me devuelve quien soy. La realidad es aquí y ahora.
Y no es cierto que no se pueda cambiar: pero para que algo tome temperatura, algo debe perder frío. El cambio es concreto, es gradual, alimenta y se retroalimenta. Cambia, me cambia y nos cambia.
Mi sueño termina desentumeciendo el corazón, reviviendo esperanzas viejas, y transmitiendo un poquito de ese calor a las almas que dormitan.
Mi sueño empieza hoy. Y éste fue su preámbulo, y mi invitación:
"No es lo que has hecho, si no lo que no has hecho lo que te causa congoja al caer el sol. La tierna palabra olvidada, la carta que no escribiste las flores que no enviaste, La piedra que no apartaste del camino de un hermano; el consejo alentador que no te atreviste a dar; esa caricia afectuosa esa palabra amorosa en la que nunca pensaste, sumido en tus propias cuitas.
Esos pequeños actos de bondad tan fáciles de olvidar, la ocasión de ser ángeles que tenemos los mortales, y la Fe padece frío. Pues la vida es breve en demasía, y las penas en demasía grandes, para tolerar una compasión lenta que en demasía posterga.
No es lo que has hecho, sino lo que no has hecho lo que "te" causa congoja al caer el sol.
Piera Ferrari.
6 de agosto 2002.
|