Tintas. Ciudad.
Húmedo en la ciudad caigo,
como un pequeño grano de arroz
en un cuenco de madera.
Si es que en el fondo resbalo,
o no refugio la vida
en las paredes con grietas,
la boca gris de la ciudad me come.
Por eso muevo mi cuerpo de arroz,
entre edificios centinelas
y altos muros vigilantes.
Se mueven, los granos de arroz,
sin temor al Guardiacarcel:
en el cuenco se guarda el alma,
y si acaso alguna
se prende al vuelo de un sueño
y se eleva hacia la libertad,
un lienzo de cielo gris,
cosido al borde de las terrazas,
devuelve al suelo
un suspiro breve
suave,
como de lluvia.
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