Bitácora del Navegante. Aniversario.
A un diez de diciembre de 1933
Años entre fuegos. Tierras abrasadas, tierras queman.
Los pueblos se arrancan los huesos, y buscan abrigo en otros aires.
Buenos aires, teñidos de viento de color león.
Con el documento en blanco, baja apretujada la humildad desde un vapor; invade la desolación, desembarca la esperanza en esta Reina del Plata. Acá deberán los recien nacidos curar las arrugas.
Algunos apilarán ladrillo sobre ladrillo, cimentando suertes, como quien vive para recordar, para poder recordar y saber que vive.
Otros practicarán los oficios heredados.
Los más, se abrirán paso en el destino orejeando las cartas, según baraje la ocasión, según los adoquines o el asfalto nuevo haga camino.
Todos construirán su osamenta en una segunda piel, a prueba de sangre y cachetazos.
Una cepa latina, una castellana, mezclará este barro chaperón, para fundir historias y culturas.
Un Viviano, una Blanco, se encontrarán a los ojos.
Y de ese golpe de corazones, cinco miradas claras, argentinas, harán las veces de espectador, de árbitro de este encuentro.
Luis, Carlos, Rosa, Angel y Roberto. Cinco nombres sencillos, simples, modestos como la estirpe que los acuña.
Lechuga, herrero y boxeador, creador de mitos.
Carlos Viviano, Carlucho, "el Aguila", heredero de la inmigración.
Rosa, revuelo pasional.
Roberto, Robertito, el que mira de abajo, y desde afuera busca lugar.
Cinco hermanos, con Ángelo, Anchelo, Anchelini, Anyelo, Chiquito... o simplemente "Viviani"; mejor aún que Angel Viviani. Porque Viviani incluye al padre (a su voluntad de no rectificar el error del empleado de la Aduana).
Viviani incluye a Domenico, Domingo, el nombre que vino de Italia.
Domingo incluye a María, la vida que vino de España.
Y para mí, y sobre todo en esta fecha, los abuelos se incluyen en vos.
Como estás incluido en mi, papá. En lo que soy, de tu encuentro con María, con otros Angeles.
Pero eso es otra historia.
Feliz cumpleaños viejo.
Chau, ya se...
Chau che.
¡Soy...! La raíz, del país
que amasó con su arcilla...
¡Soy...! Sangre y piel,
del "tano" aquel,
que me dio su semilla.
Adiós "Nonino"... Dejaste tu sol,
en mi destino.
Tu ardor sin miedo, tu credo de amor.
Y ese afán... ¡Ay...! Tu afán
por sembrar de esperanza el camino.
Soy tu panal y esta gota de sal,
que hoy te llora "Nonino".
Tal vez el día que se corte mi piolín,
te veré y sabré... Que no hay fin.
Y hoy mi viejo "Nonino" es una planta.
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