jueves, octubre 23, 2008

Letras. Climas, por A. Maurois.

Bitacora del Navegante. Bodega.


"El amor depara dos máximas adversidades de opuesto signo: 
amar a quien no nos ama y ser amados por quien no podemos amar. "

Maurois: exquisito

Philippe, un industrial introvertido, relata en una larga carta a su segunda esposa la frustración sufrida en su primer matrimonio con Odile, una joven caprichosa y mundana a la que abandonó por celos y continuas sospechas sobre su conducta. 
Años después Isabelle también sentirá la necesidad de plasmar en un diario íntimo la amargura de su fracaso matrimonial con Philippe, cuya actitud con ella es, por efecto de simetría, la que Odile tenía hacia él: cruel, egoista e infiel.
André Maurois supo retratar como nadie, en el París de principios  de siglo, las contradicciones de la pareja y de carácter inestable de los seres humanos. Climas, considerada como su obra maestra y una de las cimas de la novela psicológica contemporánea, es la búsqueda inútil de algo que tal vez no exista: la felicidad en una relación amorosa perfecta.

Transcribo con placer de la novela Climas ("Climats", Andre Maurois, 1928):


Odile

"Lo que más me entristece, como suele ocurrirme a menudo cuando recuerdo aquella desventurada época, es pensar que Odile, a pesar de su coquetería, me era fiel, y que, con un poco más de habilidad, hubiese podido conservar su amor. Pero no  era facil saber la forma de tratar a Odile; le molestaba la ternura y provocaba en ella pequeñas reacciones bruscas y hostiles; las amenazas hubieran determinado en ella acciones más violentas..."

"-Pobre Dickie, cuánto sufrimiento por causa de una criatura mala, tonta, orgullosa y coqueta! Porque yo soy todo eso, no es verdad?
-No eres tan tonta -le decía yo-; no eres muy inteligente pero tienes intuiciones asombrosas y un excelente buen gusto.
-Ah! -exclamaba ella- Tengo buen gusto. Ya es algo. Escucha, Dickie, voy a leerte unos versos ingleses que he descubierto y que me gustan mucho.
Poseía un gusto natural muy delicado; rara vez le gustaba algo mediocre, pero incluso en la elección de los versos que me leía sorprendí, con inquieto asombro, el gusto del amor, un profundo conocimiento de la pasión y, algunas veces, el deseo de la muerte. Recuerdo, sobre todo, una estrofa que repetía frecuentemente:

From too much love of living.
From hope and fear set free,
We thank, with brief thanksgiving,
Whatever Gods may be,
That dead men rise up never,
That even de weariest river
Winds somewhere safe to sea.

-The weariest river... -solía decir-, el río más cansado... Cuánto me gusta esto...! Yo soy, Dickie, el río más cansado... y me voy dulcemente al mar.
-No sabes lo que dices -le replicaba amigablemente- Tu eres la misma vida.
-Esto es lo que parece -decía entonces Odile con una mueca cómicamente triste-, pero soy un río cansado.
Al dejarla despues de haber pasado a su lado una dulce velada, le decía:
-A pesar de todos tus defectos, te quiero, Odile.
-Yo también, Dickie -decía ella."




Isabelle

"En el fondo, una mujer enamorada no puede tener personalidad; dice, a veces, que posee una e intenta demostrarlo, pero no es verdad. No, intenta comprender a la mujer que el hombre a quien ama desea encontrar en ella, y convertirse en esa mujer... Contigo, Philippe, esto es muy difícil porque no se sabe exactamente lo que deseas. Tienes necesidad de fidelidad y de ternura; también tienes necesidad de conquetería e inquietud. Qué es lo que hay que hacer? Yo he elegido la fidelidad, que es lo más próximo a mi manera de ser...Pero creo que todavía te será necesario, durante mucho tiempo, tener cerca de ti a otra mujer mas inestable y huidiza. La gran victoria que he conseguido sobre mi misma es que puedo aceptar a esa otra mujer y que incluso la acepto con resignación y alegría. Lo que, al cabo del tiempo, he considerado como más importante, es que si se ama de veras no debe concederse demasiada importancia a los actos del ser amado. Nosotros tenemos necesidad de él; él nos hace vivir en una cierta "atmósfera" (tu amiga Hélène dice "un clima" y es exacto) sin el cual no sería posible vivir. Entonces, puesto que podemos protegerlo y conservarlo, qué importancia tiene lo demás? La vida es tan corta, tan difícil... Hubiese tenido yo el valor de regatearte, mi pobre Philippe, algunas horas de felicidad que podían haberte dado todas esas mujeres? No, he progresado mucho; no soy celosa, no sufro.
Philippe se recostó sobre la hierba y apoyó su cabeza en mis rodillas.
-Yo, en cambio -dijo Philippe-, no considero las cosas de este modo. Pienso que todavía podría sufrir, y sufrir mucho. Para mí, la brevedad de la vida no es un consuelo. Es breve, es cierto, pero, con respecto a qué? Para nosostros lo significa todo...Me doy cuenta, no obstante, que estoy entrando en una zona más tranquila. Recordarás, Isabelle, que en otras ocasiones, te he hablado de mi vida como de una sinfonía en la que los temas se mezclan; el del Caballero, el del Cínico y el del Rival. Todavía puedo oír a los tres en un tono mayor. Pero comprendo, también, que en la orquesta hay un único instrumento, no sé cuál, que repite con firme dulzura un tema de cierto número de notas, tiernas y apaciguadoras. Es el tema de la serenidad; se parece al de la vejez.
-Pero eres joven, Philippe.
-Ya lo sé. Por esto el tema me parece muy dulce. Más tarde, apagará todos los sonidos de la orquesta y echaré de menos el tiempo en que escuchaba los restantes temas.
-Lo que algunas veces me entristece, Philippe, es pensar que el aprendizaje es tan largo. Me dices que valgo más que antes y creo que es verdad. A los cuarenta años, quizá comience a comprender un poco la vida, pero será demasiado tarde...Esto es todo. Crees posible, amor mío, que dos seres puedan vivir perfectamente unidos, sin una nube entre ellos?
-Esto acaba de ser posible desde hace una hora-dijo Philippe, levantándose."