Oratorio. Perlas cultivadas.
Bitácora del Navegante. Oratorio.
Quiero compartir esta reflexión de los amigos de Los Toldos.
Encontrar el sentido a la vida, genera en el hombre una de las alegrías más grandes que podamos imaginar. Y sus desvelos y sacrificios, estarán destinados a no perder ese tesoro; para no caer en la tristeza y en la depresión del sin sentido.
La riqueza que supone encontrar a Cristo, escondido en el horizonte de los hombres; la alegría que implica creer en un Dios que es Amor, fundamenta y da sentido a nuestra vida. Felices poseedores de este tesoro, contribuimos entonces con nuestro granito de arena, a realizar en el mundo la civilización del amor.
Sin embargo, la alegría que Cristo nos regala con su salvación, no empieza ni termina con nosotros. Proviene de él, y tiene que difundirse por un mundo que ha perdido el sentido del humor, porque se ha tomado demasiado en serio, y absolutizando lo relativo, ha relativizado lo absoluto del Reino de Dios. La Madre Teresa de Calcuta repetía que: “La civilización del amor comienza con una sonrisa”.
Si la buena noticia del Evangelio cambió nuestra historia, de igual manera nosotros, con sonrisa evangélica, podemos festejar con nuestros hermanos la alegría de haber creído en Dios.
Irradiar la alegría de Dios, es tal vez el servicio más grato que podemos aportar los cristianos al mundo de hoy. El de una alegría pascual, que hundiendo sus raíces en el árbol de la cruz, activada y madurada por el Espíritu, ha dado fruto en un treinta, un sesenta o un ciento por ciento, transformada en alegría de salvación.
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