domingo, junio 19, 2005
Bitácora del Navegante. Tintas.
Mientras lo espero, encuentro un parecido en mi relación con las mujeres, con el colectivo 23.
De chico lo miraba sin ver.
Cuando pude valerme solo, nunca lo usé, me acompañó; nos encontrabamos juntos viajando para un mismo lado.
Alguna vez, de inmaduro, lo agredí. Yo estaba en lo alto.
Alguna vez me dejó a pie, me trató mal, o me llevó por donde no quería. Y me bajé.
La virtud y defecto del 23 es ser eterno y accesible, es decir, se va y viene. Siempre está por regresar (y acaso no haya sorpresa en su luz, cuando se acerca nuevamente).
Es familiar. está pintado de hollín y realidad sobre un verde esperanza.
Visita mis lugares queridos: la casa de la abuela y mamá, mi colegio pasionista, la casa de Sergio, mi trabajo (el Registro "23"), mi colegio salesiano, el palacio de justicia, el Druid Inn, mi trabajo de Retiro y la estación del tren que me lleva a casa.
Tiene desde hace rato un destino amistoso, en una ruta firme.
El 23 tiene coches lindos: pero a esos hay que esperarlos mucho. Tiene conductores amables y de los otros. Algunos me hacen esperar más de la cuenta, y pierdo pedazos de vida.
Hoy es domingo. Está nublado (señal de que se hará rogar).
Pero quién ha visto el signo de Jonás?
Alguno de esos coches, habrá sido pensado para mí?
Para ser el mejor? El más triste? El último?
Quién conoce las formas, y el alma del próximo encuentro?
Una luz por fin se acerca, viene.
Debo dejar de escribir.
Suscribirse a:
Comment Feed (RSS)
|