viernes, junio 24, 2005

Sosiego

Para volver a casa
sigo el mapa oscuro y silencioso
de una calle moribunda.
Trescientos pasos
hasta la Soledad.
Cómo abate el camino...
Me abate... abate,
y lloro por dentro
por el doble penar
de estar aislado en masa,
en libertad confinada.
Cuando recuerdo
tus horas de invierno,
y tu corazón gastado,
imagino una paloma blanca
y a un perro bueno que,
fieles, custodiaron tu esperanza
puesta en Nada.
Y un gran dolor
filtra los huesos,
cala en el alma,
hasta romperme en dos:
soledad,
y ausencia.


Soledad Azul