sábado, junio 18, 2005

Recuerdo. Papá

Bitácora del Navegante. Recuerdo.

Te recuerdo papá y te evoco.
Por todo lo que diste, que fue otra forma más de darme.
Por la forma en que me quisiste.
Por el amor en carne viva en el último suspiro.
Por lo que compartimos:
Los libros de Emilio Salgari y Julio Verne. Las revistas de Fabio Zerpa, Dartagnan, Tony, y Muy Interesante. Las teorías alienígenas de Von Daniken. La música de los Visconti, o de un tango cualquiera. La Chevrolet C10 de luxe amarillo patito, destruída aunque vos nunca chocaste. El verde abovedado de la Avenida Libertador, los fines de semana, ida y vuelta a San Isidro. El río, la gente y las cosas simples. La inundación, y el agua hasta el anteúltimo escalón de la casilla. La espera mirando domingos para la juventud en blanco y negro. El amor a los animales, a cualquiera de ellos. El respeto por la gente. El respeto por uno mismo. La dignidad. Y mucho más.
La lealtad: no quisiste cambiar tu apellido al original (Viviano) porque tu papá era Viviani ("gracias" a un empleado en migraciones, cuando llegó mi abuelo Domingo de Baronessi).
Decías que tenía que agradecer hasta un fósforo regalado; que tenía que trabajar, comer bien y dormir, y no preocuparme tanto. Ni siquiera por vos... (vamos, huevo...).
Ví como, en la soledad, atesorabas cosas que decías eran tonterías (un regalo, una cartita, una dedicación, una tarjeta mía de "abogado".
Te descubrí poniendole pancitos y agua a un Cristo en la pared.
Supe de tu admiración a Jesús. Te ví leerlo, y no ví que en realidad lo seguías con las obras.
Te ví ocupándote de los demás. Te vi lidiar con vos mismo, con tu carácter y tus problemas para abrirte a tu propia familia. Te vi pagar mesas de café a amigos que no lo eran, hacer regalos a peones que te robaban. Dar su parte a socios que te estafaban. Te vi sacarle plata al tío sin que se entere -que la dejó para que se la guardes- y después devolverlo con intereses: "si se la pidiese a otro, lo tendría que pagar", decías. Te ví darle lo que tenías de comer a tus vecinos.
Ví como la vida te pasaba por encima, como te dejaba sólo.
Te vi cuando te estabas yendo.

Hubo un tiempo para verte.
Hasta que te confundiste con la luz que te rodeaba.
Hoy te siento en todas las cosas.
En todo momento.
Te quiero pá...

Tu huella dibujó mi nombre en arcilla, y se hizo fuerte.

Te evoco sin nostalgia,
te extraño en Paz,
porque te siento
como a las grandes cosas;
como al sol, que llega tibio estando lejos,
como el viento, que no tiene manos y abraza,
o el cielo invisible, que me cubre lejos,
o el agua, que acaricia y luego escapa.
Así como al amor te evoco,
sin saber bien dónde estás,
por qué o cómo hacés,
para mostrarte así, tan cerca
que confundo los extremos del alma
con la suave fuerza de tu compañía.
Sin el egoísmo de la tristeza,
en sangre viva, inmortal
te evoco, papá.

A mi Angel.
Y a su amigo Alfredo Paredes.
Y a don Julio Mendoza, a don Atilio del Regno.
Y los que pasaron por esta tierra sembrando vida.
Salúd...