Bitácora del Navegante. Pensares.
Cómo acecha la historia... Con carácter bidimensional, golpéa como un mazo sobre una mente que no comprende cómo (sin irnos al tiempo de las pirámides) hubo tanto valor, tanta gallardía, tanta fuerza, tanta hombría.
Acecha por la dimensión del tiempo, por los recuerdos que forman un tronco común, nuestro aljibe memorial; y por el presente que, como un fresco manantial, nos da la sed de ser mejores.
Y mejores ahí nomás... no digo una guerra, una batalla, una escaramuza. Digo mejores en lo poco, en lo cotidiano. Nuestra heroicidad generalmente reside en el anonimato.
Acecha también por la geografía. Estaba releyendo uno de los links anteriores. Alguno sabrá que vivo en San Isidro, cerca de donde partieron los famosos 33 orientales a diseminar libertad en el Uruguay (alguna vez, cavando la tierra para hacer cimientos, encontré una moneda de la época). Cerca de la quinta de Pueyrredón, sobre la barranca que domina el río más ancho, a la que fui un par de veces a mirarme hacia atrás. En esa quinta, hoy museo de la Municipalidad de San Isidro, pasaba sus días el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Brigadier General Don Juan Martín de Pueyrredón. Bajo un arbol centenario, una placa afirma que "A la sombra de un algarrobo que aún existe, San Martín y Pueyrredón hablaron más de una vez sobre temas trascendentes para el nacimiento de la República. Se dice que en sus recorridas por la chacra, llegaban hasta un ombú que estaba cerca del Camino Real (hoy, avenida Santa Fe) para reunirse, y al que bautizaron con el nombre del "Ombú de la esperanza", porque bajo su sombra juraron llevar a cabo la Independencia."
(Fuente)
Entonces, me encuentro cercado entre el Día del Periodista, ya comentado, y el Día de la Bandera (cuyos colores recuerdan, además de mis queridos galegos, a la casa real española de ese entonces, según dicen, y no a los poéticos tintes del cielo).
Entre Moreno y Belgrano, en el tiempo, y entre la Quinta de Pueyrredón y el Bosque Alegre (donde pasean mis perros y admiro el alumbramiento del sol) sobre el Río ancho de la libertad, un ambiente nostálgico me domina, pintado con obras del hijo del procer, el talentoso Prilidiano Pueyrredón. Eran otros tiempos? Eran otros hombres?
Dice mi querido Don Ernesto Sábato en una carta: "Si algo corrobora la magnitud de la causa por la que San Martín peleaba, y que lo ennoblece, es su decisión de retirarse de cada pueblo que liberaba, entregando a sus verdaderos dueños la tierra que él había recuperado con su sacrificio."
"Es un gesto absoluto de generosidad y servicio - concluye el escritor - que debería avergonzar a quienes se enriquecen empujando a sus semejantes a la peor de las miserias".
Sábato habla de "un hombre al que admira". Y confiesa: "Cómo no hacerlo si yo mismo, cuando era niño, me emocionaba al escuchar a nuestras maestras de pueblo relatarnos el estoicismo y el coraje de San Martín".
"Habría que pensar – propone - profundamente en los ideales que alentaban en el corazón de aquel hombre que amó su tierra, desventurada, imperfecta".
Déjenme un poco más, acordarme, por ejemplo, de esas cartas con alma. En especial, ésta que me hipnotiza desde siempre, ya que, en respuesta a San Martín que pide y pide para su Ejército Libertador, Pueyrredón, entre hastío, locura e ironía, contesta: "A más de las 400 frazadas van ahora 500 ponchos, únicos que se han podido encontrar . . ., está dada la orden para que se remitan a usted las mil arrobas de charqui que me pide; para mediados de diciembre, se hará.
Van oficios de reconocimiento de los cabildos de esa y demás ciudades de Cuyo.
Van a los despachos de los oficiales.
Van todos los vestuarios pedidos y muchas más camisas . . .
Van 400 recados.
Van hoy, por el correo, en un cajoncito, los dos últimos clarines que se han encontrado.
En enero de este año se remitieron a usted 1389 arrobas de charqui . . .
Van los 200 sables de repuesto que me pidió.
Van 200 tiendas de campaña o pabellones, y no hay más.
Va el Mundo. Va el Demonio. Va la Carne.
Y yo no sé cómo me irá con las trampas en que quedo, para pagarlo todo, a bien que, en quebrando, cancelo cuentas con todos y me voy yo también para que usted me dé algo del charqui que le mando y. . . .! no me vuelva usted a pedir más, si no quiere recibir la noticia de que he amanecido ahorcado en un tirante de la Fortaleza".
La Fortaleza estaba donde hoy la Casa Rosada, y me lo imagino al Director despachando hasta lo que no tiene: "van dos clarines..."
Acá empieza a hacerse "oficial" ese estilo tan argentino, de arreglarse uno con lo que tiene:
Como le faltaron todavía mulas, escribió a Guido:
"Si no puedo reunir las mulas que necesito me voy a pie . . . Es menester hacer el último esfuerzo en Chile pues si ésta la perdemos todo se lo lleva el diablo".
Son hombres de carne y hueso, peleando una difícil entre las propias miserias, poniendo cuerpo y espíritu por una causa, revueltos en las contradicciones íntimas.
Eran otros?
"Mi más apreciable paisano y señor: no puedo ni debo analizar las causas de esta guerra entre hermanos. Y lo más sensible es que siendo todos de iguales opiniones en sus principios, es decir, de la emancipación e independencia absoluta de la España. Pero sean cuales fueran las causas, creo que debemos cortar toda diferencia y dedicarnos a la destrucción de nuestros enemigos, los españoles, quedándonos tiempo para transar nuestras desavenencias como nos acomode, sin que haya un tercero en discordia que pueda aprovecharse de estas críticas circunstancias.
Cada gota de sangre americana que se vierte por nuestros disgustos me llega al corazón.
No tengo más pretensión que la felicidad de la Patria; en el momento en que ésta se vea libre renunciaré el empleo que obtenga para retirarme, teniendo el consuelo de ver a mis conciudadanos libres e independientes ..."
Eran otros hombres?
"Paisano y muy señor mío: el que escribe a usted no tiene más interés que la felicidad de la Patria. Unámonos paisano mío, para batir a los maturrangos que nos amenazan; divididos seremos esclavos, unidos estoy seguro que los batiremos.
Hagamos un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimientos particulares y concluyamos nuestra obra con honor.
La sangre americana que se vierte es muy preciosa, y debía emplearse contra los enemigos que quieren subyugarnos.
Unámonos, repito, paisano mío.
El verdadero patriotismo en mi opinión consiste en hacer sacrificios; hagámoslos, y la Patria sin duda alguna es libre, de lo contrario seremos amarrados al carro de la esclavitud.
Mi sable jamás saldrá de la vaina por opiniones políticas .
En fin paisano, transemos nuestras diferencias; unámonos para batir a los maturrangos que nos amenazan, y después nos queda tiempo para concluir de cualquier modo nuestros disgustos, en los términos que hallemos por convenientes, sin que haya un tercero en discordia que nos esclavice...".
Eran otros hombres, más hombres los nuestros?
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