martes, junio 07, 2005

Pensares. Libertad

Bitácora del Navegante. Pensares.

"A los cristianos de hoy nos toca vivir en un mundo en el que muchos hombres han desplazado a Dios de su vida y viven como si Dios no existiera; bastantes incluso niegan explícitamente su existencia. La increencia, la indiferencia, el ateísmo, nos rodean y acechan nuestra vida de fe."

Hoy tuve una experiencia sensitiva. Digamos, entendí por ojos, lo que por mente avizoro, lo que por corazon creo.
Estaba recostado en cama leyendo un pasaje de Corintios 2, cuando vi a una arañita caminando sobre el canto de las hojas.
De repente, pensarlo, un gesto simpático acercó mi dedo hasta el camino de la araña, de modo que pudiera subírsele.
Sin embargo, ella se detuvo (si pudiera, diría que meditó sus opciones) y con un giro de noventa grados, siguió su destino, vaya a saber donde...
Me quedé con ganas de sentirla sobre mi piel... esas patitas mínimas... Y entonces Vi.
Vi cuanto amor tiene alguien que permite, en su casa, la vida de pequeñas criaturas.
Vi cuanto amor demuestra quien quiere acercarse a uno de esos seres.
Vi cuanto amor "cuesta" dejar en libertad, a quienes queremos tener a nuestro lado.
No sólo me deja vivir en su morada: primero fui creado por El.
Me extendió su mano. Me habló al oído.
Pero para esta arañita, hay gestos que no siempre puede comprender...
Cuando giro noventa grados, no me castiga.
Porque me quiere tanto, que respeta primero mi propia libertad.
"Somos sangre en movimiento. Así como el viento es paisaje que anda. En cambio el vegetal se aferra con sus raíces a un trozo de paisaje, y termina por ser parte de él o por darle su nombre al paraje.
Solamente los seres en movimiento son dueños del paisaje en plenitud, como lo son el río, la nube y el viento. Estos no se aferran a lo parcial, a lo que detiene. Entran en diálogo con todas las realidades, pero no se detienen a tomar posesión de ellas. De todas las cosas se llevan un recuerdo, un sonido, una vibración; quizá un poco de luz o de arcilla.
Los seres en movimiento son seres libres y liberadores. Y tratan a todos por igual. Puede ser, sí, que en su movimiento sean desgarrados por las realidades que pretenden detenerlos. Pero esta experiencia no los enemista con las cosas. Porque saben que hasta las cosas quietas, un día se pondrán en movimiento. Porque todo lo que existe está en viaje hacia una meta.
Si lo quieto es posesión, el movimiento es esperanza. Y esperanza de posesión plena donde no existirá ni lo mío ni lo tuyo. Porque allí no habrá dueños. Allí nadie impondrá su nombre a los demás ni al paisaje, porque cada uno tendrá su propio nombre y todos seremos para todos, justamente por ser auténticamente nosotros mismos.
Todo lo que es bello, lo que es noble, lo que es bueno, está en movimiento rumbo a Dios. Porque yo camino hacia allá puedo dejar en libertad a todas estas cosas, sabiendo que con todas ellas me ha de reencontrar a mi llegada. Si me detengo en el camino para poseerlas, quizá ellas me impidan llegar y yo les obstaculice su marcha. Me harán perder mi libertad, por haberlas dominado.
Muchas veces es Dios mismo quien nos lleva a amar profundamente a una persona o a un paisaje, y luego lo separa de nosotros devolviéndolo a su propio misterio. Esa separación puede detenernos en nuestro camino si nos quedamos a llorar su ausencia al borde de nuestra huella. Pero también puede incitarnos a una dolida fidelidad a nuestro propio misterio, que es lo único que nos permitirá un reencuentro más allá de nuestras posesiones.
Cuando somos capaces de renunciar a algo o a alguien, es porque hemos superado la necesidad y llegamos a la frontera del verdadero amor. Amor que nos libera. Entonces podemos empezar a entender lo que es la verdadera libertad, la que nos da el Espíritu.
Jesús nos asegura que convenía que El se fuera. Sólo así vendría a nosotros el Espíritu de libertad que nos hace amigos de Dios. Ya no nos llamará más siervos, sino amigos. Nos ha liberado.
Atahualpa termina así su hermosa canción Cañada Zamora:

"Hoy tu recuerdo es mi amigo
y en esta zamba se agranda;
tú fuiste quien me enseñaste
que el hombre es paisaje que anda.
Yo sé que un mismo destino
lleva el fin de nuestro viaje;
que cuando el hombre sea libre
no tendrá dueño el paisaje".

La libertad, Mamerto Menapace.