miércoles, mayo 18, 2005

Tintas. Recuerdo Pasional.

Bitácora del Navegante. Tintas.

Es mía su imagen, su majestad, figura,
de sirena sueño, de flor la piel suave,
míos sus ojos negros, mía su amargura,
todo lo que ignora, lo mucho que sabe.

Resisten sus besos: de mis labios son hijos,
que no mueren primero sin que el padre muera.
Sus ilusiones me duelen como acertijos,
duéleme el mundo, si no es como espera.

Me pregunto cuánto la amo?, demasiado!
Cómo sobrevivo? sólo con su recuerdo!
Dónde queda mi futuro? en el pasado!.

Fugaz el tiempo corre de mi, aunque muerdo
el perfume de su blanca flor exhalado;
aire de vida, vida que, por ella, pierdo...

Te sigo recordando, más aún en éste, día...


El amor es producción de belleza,
por lo tanto no es el cielo el que hace posible el vuelo,
sino que es el vuelo (la sublimación del deseo)
el que crea el cielo como horizonte de deseo
A.Comte Sponville.
El mito de Icaro.

Revisen los ojos con que leen a este impostor, sus ojos, sí, sus almas, porque, sin embargo señores, lo sé: no la amo.
No, y ella lo sabe o lo presiente, y hasta alguno de uds. lo supone.
Yo lo entiendo. Pero no es consuelo no, saber que no es el Amor de mi vida el que lloro, que será otro, quizás, o no será. No es consuelo porque, como le duele al hombre estar "encarcelado" en el cuerpo, y queriendo aspirar siempre a lo eterno, así esta división me hiere en angustia de un corazón enamorado y no correspondido, de un corazón apasionado y una realidad inalterable.
No por eso, voy a renegar del Amor, que va: por el Amor de Alejandra y Sergio, por el de Verónica y Martín, por el de Vivi y Javier (y los seis retoños, los seis pimpollos de éstas flores de amor).
Por ese sentimiento que supera las vallas de la pasión, y construye, engendra, comparte: por ese Amor indeleble que existe por ahí, lloro y brindo; congoja siento por su ausencia y alegría por que existe.
El amor-pasión puede no reinar, pero cogobierna con la razón, con el sentido común, con la voluntad. Si falta alguno de estos dos cónsules, el otro se vuelve déspota, y ninguna tiranía es justificable: ni la de la pasión, ni la de la razón. Y si bien, prefiero el yugo de la primera, no dejo de pensar y actuar en un mundo -el mío- donde espero reine en pleno y hasta el fin de los días -si Dios quiere-, el Amor verdadero.