domingo, mayo 01, 2005

Pensares. Paciencia.

Bitácora del Navegante. Paciencia.


"¿Persistes en tu vida piadosa
viendo todo lo que Dios te ha hecho?
Maldice a Dios y muérete."



Todos los minutos de este fin de semana, todos los momentos girando en torno a una misma necesidad: paciencia.
Hace falta paciencia cuando un dolor nos muerde el pecho, y nos arranca media vida.
Se pide paciencia cuando falta fuerza, para poder recuperarse, para seguir viviendo.
Se acude a la paciencia para mitigar la soledad, y sus vacíos.
Se exige paciencia cuando la cabeza está por explotar, el corazón por estallar.
Se tiñe de paciencia el tiempo que se vierte buscando el amor en una persona, en un punto.
Se esconde la paciencia frente a las travesuras constantes de una inquieta infanta, semilla creciente de mujer.
Yo no sé si es a propósito: si es necesario sufrir para poder vivir. Si la pérdida es la consecuencia del encuentro de ese propio objeto, o de uno posterior. No lo sé, y si lo supiera, tal vez la respuesta valga sólo para mi.
Creo saber, sin embargo, que se pide paciencia para mantenerla: uno pide ser paciente cuando está al borde de perder esa virtud, cuando el abismo está ante nuestros pies, y todos, todos los intentos que uno hace por construir un puente, acaban en tablas rotas, clavos oxidados, sogas deshilachadas y manos deformadas de cansancio y de dolor.
Estoy hablando de ese borde ante el cual uno cree perderlo todo; en realidad, si uno se aventura deja de ser como es, y eso significa morir un poco, decía el profesor Unamuno. El Maestro Jesús hablaba de "morir" para "renacer" como un hombre nuevo.
Sé que, cuando las murallas estimadas infranqueables ceden, y la última puerta -la de la desesperación- cede, llega de súbito a los dedos de nuestros pies, la frontera misma del abismo.
Hondura que hay que vencer, cayendo.
Caída que exprime los miedos de un mundo desconocido, que ya no manejamos, y que en el fondo esconde un anticipo de la muerte; y por eso el terror.
Caer, con los ánimos ligeros y el cuerpo pesado.
Caer dejando que los brazos del amigo, el ser querido, del Destino, del propio Dios, nos amortiguen el colapso, con una dosis de vida renovada, reforzada.
Sé del parador que se esconde después de la oscuridad.
Sé que hay un descanso en el camino -en la cuesta de la "colina de la vida", desde donde la paciencia alimenta con amor, por el amor, con una fuente generosa, inagotable.
* * *
Oh, amor que no me dejará ir,
Descanso mi cansada alma en ti;
Os devuelvo la vida que debo,
Para que en la profundidad de vuestro océano
su fluir Sea más rico y pleno.
* * *
* * *
Poesía y amor piden paciencia.
Amor es espera y sajadura.
Poesía es sajadura y espera.
Y los dos, una vigilia dolorosa
por unas gotas de resina…
Esa preciosa, aromática resina
que sólo cae muy lentamente,
mientras arriba el sol o la ventisca
devoran la cabeza de los pinos.