Tintas. Son de Amor.
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Como se habrá adivinado, pienso en lo que escribía Albert Camus al comienzo de El mito de Sísifo: «Sólo hay un problema filosófico realmente serio: el suicidio. juzgar que vale o no vale la pena vivir la vida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía». Yo suscribiría de buen grado la segunda de estas frases; esto es precisamente lo que me impide aceptar absolutamente la primera de ellas. ¿Vale la pena vivir la vida? Antes que resolver el problema, el suicidio lo suprime; sólo el amor, que no lo suprime (puesto que la pregunta vuelve a plantearse cada mañana, y cada noche) logra resolverlo, en la medida en que estamos vivos y nos mantiene en vida. Que valga o no la pena vivir la vida o, más bien, que valga o no la pena, y el placer, vivirla depende primordialmente de la cantidad de amor de que seamos capaces. Es justamente lo que vio Spinoza: «Toda nuestra felicidad y toda nuestra miseria dependen de una sola cosa: del objeto al que amamos». La felicidad es un amor dichoso, o varios; la desdicha, un amor desdichado, o ninguno. La psicosis depresiva o melancólica, dirá Freud, se caracteriza fundamentalmente por «la pérdida de la capacidad de amar» ‑incluida la capacidad de amarse a sí mismo‑. No ha de sorprendernos que conduzca con tanta frecuencia al suicidio. Es el amor lo que nos hace vivir, pues sólo él torna la vida digna de ser amada. Es el amor lo que nos salva; es, pues, el amor lo que hemos de salvar.
¿Una declaración filosófica de amor? Podría ser, por ejemplo, ésta:
Está el amor según Platón: «Te amo, me faltas, te quiero».
Está el amor según Aristóteles o Spinoza: «Te amo: tú eres la causa de mi gozo, y esto me alegra».
Está el amor según Simone Weil o Jankélévitch: «Te amo como a mí mismo, que no soy nada, o casi nada; te amo como nos ama Dios, si existe; te amo como amo a todos: pongo mi fuerza al servicio de tu debilidad, mi poca fuerza al servicio de tu inmensa debilidad ... »
Éros, el amor que toma, que sólo sabe gozar o sufrir, poseer o perder;
Agapè: el amor, finalmente, que acepta y protege, que da y se da, que ni siquiera necesita ser amado...
Te amo de todas estas formas: te tomo ávidamente, comparto gozosamente tu vida, tu cama, tu amor, me doy y me abandono dulcemente...
Gracias por ser lo que eres: igracias por existir y ayudarme a existir."
"Invitación a la filosofía", A. Comte-Sponville
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