Noches de Adviento
Está mi má conmigo, y le propongo dar una vuelta hasta el río... afuera relampaguea, pero lejos... y vamos finalmente, con los Tres.
Se impuso, cuando llegamos, por el paisaje: una brisa fresca, la desolación de siempre (últimamente, algunos enamorados motorizados...). Al sur, sobre la Capital Federal, nubes se alzaban como torres gigantes, presionando los edificios, las casas, las gentes... y detrás de ellas, como si un espíritu travieso quisiera conservar el momento, se veían los flashes de los relámpagos, que iluminaban el contorno y la forma desnuda de las grandes nubes.
Al noreste, frente a nosotros, a lo lejos centelleaba Zeus.... Detrás nuestro, buscando el contacto de las capitalinas, unas nubes amuchadas, grises, tapaban el camino de retaguardia.
Y sobre nosotros, las estrellas....
Se impuso. Saqué la pipa nuevamente (perdón Anzita) pero esto es un ritual de contemplación, de maravillas.
Los Tres jugaron con los caballitos del campo; de pronto Duque (instigado por mí, que hice como que le tiré algo al agua) me trae una naranja y bueh... a jugar a tirarle lejos la naranja :) pobriño... prueben uds. nadar en el agua con cuatro patas y sólo con la boca, tratar de agarrar un objeto flotante e huidizo, redondo y sumergible como la naranja... Supongo que se divertía... él es así, le gustan las cosas raras y difíciles, y creo que sé a quien sale ;)
Tabaco, olas que rompen sobre las rocas, noche oscura que, como con esas antiguos sistemas de cine, dejaban ver relámpagos aquí, allá, mas allá...
Un beso en la mano, y con la mano una caricia en el agua, para papá, como siempre. Y de vuelta a casa por un camino doble: por el que caminaban nuestros pies, y por el que un Angel abría en el cielo para nosotros: una franja de cielo azul petróleo sobre todo el gris invasor, que copiaba nuestro itinerario inferior.
A los costados, empezaba a lloviznar.
Gracias viejo. Gracias Padre.
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