Descontexto: La ignorancia del autor.
Bitácora del Navegante. Descontexto.
"...Su última objeción fue mi estilo literario: como no se atrevían a vituperarlo, ni a ensalzarlo con reservas, optaron por reconocer que es elegante y extraordinario, pero desprovisto de toda ciencia. Yo no entiendo cómo puede ocurrir esto, y supongo que ellos tampoco; y me imagino que, si vuelven a sus cabales y reflexionan sobre lo que han dicho, se avergonzarán de esta tontería. Pues, si lo primero fuera cierto (y yo no lo creo), es evidente que lo otro sería falso; ya que ¿cómo podría un completo ignorante tener un estilo notable, si ellos, que nada ignoran, no tienen estilo alguno? ¿Hay que creer, entonces, que todo es casual y excluir por completo a la razón?..."
"...Mi amistad no sabe de afeites o fingimientos: exige que mi rostro y mis palabras sean un fiel reflejo de mi corazón y que hable con mis amigos con la misma sinceridad que conmigo mismo (y nada hay, en opinión de Cicerón más agradable que esto). Así pues, ¿qué necesidad existe de presumir de sabiduría o de elocuencia ante unos amigos que conocen tu alma, tus sentimientos y tu inteligencia? A no ser que te pregunten con ánimo de aprender, no de sondearte; pero en ese caso no se pide ostentación u ornato, sino una fiel participación de tu saber —como de todo lo demás—, sin reservas ni rencores..."
"...Con presunción e insolencia, pretenden aprehender los secretos de la naturaleza y los misterios —más profundos aún— de Dios, que nosotros aceptamos con fe y humildad; no lo consiguen, claro, ni se aproximan siquiera, pero, en su obcecación, creen tener el cielo en las manos, y, como si de veras lo tuvieran, se recrean en su error, satisfechos de su propia opinión. Nada les aparta de su locura. Ya supongo que no se dejarán influir por las palabras con las que el Apóstol expuso a los romanos la imposibilidad misma de tal empresa: «¿Quién conoce los designios del Señor?, ¿quién ha sido alguna vez su consejero?»; ni por el precepto divino del Eclesiástico: «No persigas lo que esté más alto que tú, ni investigues lo que sea superior a tus fuerzas; piensa siempre en los mandamientos de Dios, sin ocuparte de sus muchas obras; no necesitas ver lo que está oculto.» Tales reflexiones no les afectan porque desprecian por igual todo cuanto procede del cielo, o —para ser más preciso— todo lo que les suena a católico, pero podrían, al menos, atender al ingenioso donaire de Demócrito: «Nadie mira lo que tiene a sus pies, todo el mundo escruta las regiones celestes»; o a la divertidísima burla que hace Cicerón de quienes tienen la audacia de disertar con absoluta seguridad, como si acabaran de llegar del consejo de los dioses y hubieran visto y oído cuanto allí sucede..."
"...Si vemos funcionar una esfera, un reloj o cualquier otro aparato mecánico, no dudamos de que son productos de la inteligencia. Y, cuando vemos en el cielo las rápidas evoluciones de los astros que cumplen inexorablemente su ciclo anual, preservando todo cuanto existe, ¿podremos dudar de que ello es fruto de una inteligencia que excede de la mera racionalidad, y que es, por tanto, divina? Es preciso dejar las discusiones sutiles y contemplar la hermosura de las cosas que decimos que la Divina Providencia ha ordenado..."
"...No es lo mismo saber que amar, ni entender equivale a querer....Las palabras de nuestros escritores, en cambio, se dirigen al corazón, donde —como sabe todo el que los frecuenta— se clavan como aguijón candente y agudo, que estimula a los perezosos, abrasa a los indiferentes, despierta a los dormidos, sostiene a los débiles, levanta a los caídos y alza a los que viven apegados al suelo hasta elevados pensamientos y nobles deseos, de tal suerte que, desde entonces, se sienten hastiados de los bienes terrenos, miran el vicio con odio apasionado y ven nacer en ellos un profundo amor por la virtud y la sabiduría, fruto, según dice Platón, de la contemplación espiritual del Bien en toda su belleza y magnificencia..."
"...Entre tanto, admito que algunas de mis ocupaciones son vanas y peligrosas, pero no incluyo entre ellas el estudio de Cicerón, porque sé que su lectura nunca me ha perjudicado y que, en cambio, a menudo me ha resultado provechosa. Esta declaración no debe sorprender a nadie que recuerde que Agustín se expresa en términos parecidos, refiriéndose a sí mismo; y baste ahora con esta alusión al tema, dado que ya lo he tratado más arriba y también en muchas otras ocasiones..."
"...En este terreno, por otra parte, me merecería más confianza un católico devoto, aunque fuera inculto, que Platón o Cicerón en persona. Éste es, sin duda, un poderosísimo argumento en favor de mi ignorancia; me alegro de que así sea y pretendo que cada día esté más justificado..."
"...Cuanto más violento es el ataque —que nunca será victorioso, porque no existen fuerza ni inteligencia capaces de lograr ese triunfo— más inteligente y docto les parece el atacante; en cambio, cuanto más fiel y devota es una defensa, más estúpido e inculto juzgan al defensor. Aseguran que éste, consciente de su ignorancia, la ha querido disimular tras el velo de la fe, como si sus propias teorías no fueran historietas ambiguas y contradictorias, llenas de vanas trivialidades, que no contienen ningún conocimiento preciso acerca de lo incierto y desconocido, sino sólo opiniones vagas, inseguras y contradictorias, en tanto que la religión verdadera es la más profunda, la más segura y la más feliz de todas las ciencias. Sin ella, las demás no son camino, sino laberinto; no son meta, sino precipicio; no son verdad, sino error..."
"...Esos hombres me aman, pero no de todo corazón. O, mejor dicho, me aman de todo corazón, pero no aman todo lo que hay en mí..."
"...Para que nada ignores y sepas desde dónde te escribo y con qué ánimo, te diré, amigo mío, que, acompañado de toda mi ignorancia, voy remontando la corriente del Po en una pequeña embarcación. No te sorprendas, pues, de las fluctuaciones de mi pluma y de mis ideas. Estoy navegando, repito, por este gran río en cuyas riberas tantas cosas escribí y medité en mi juventud..."
"...Y con esto es suficiente y temo que sea demasiado. Desde este mar embravecido ya se divisa puerto. Soportemos, pues, la reputación de ignorantes, sea o no merecida. Sólo teme la calumnia quien confía poco en la verdad y sólo quien odia la verdad ama la calumnia. Si es una infamia, cesará pronto, cuando los mismos que hoy la propalan mediten y se avergüencen de sus palabras. En tal caso, no llegará a nacer en otros lugares ni hallará eco en el ánimo de los sabios. Si se trata, por el contrario, de una fama merecida, ¿a qué conduce el intentar eludirla? ¿Vale la pena alterar la verdad por amor de un vano renombre? ¿Qué hay en él que pueda atormentar a un espíritu noble, que conozca los bienes terrenos y aspire a la gloria celestial?..."
"...Hoy en día, sin embargo, está comprobado que el hombre es incapaz de alcanzar un saber amplio y —menos aún— absoluto, si bien la doctrina de la Academia ha sido, por su parte, refutada y condenada, porque la Revelación divina ha demostrado que hay ciertas cosas cognoscibles. Vale más, por consiguiente, contentarse con aprender lo que es indispensable para la salvación. Muchos han perecido por saber más de la cuenta; al proclamar su sabiduría, «ponían de manifiesto —como dice el Apóstol— su desvarío y se hundía en las tinieblas su insensato corazón». Yo sólo pretendo obrar con sensatez, y es cosa que puede lograrse con poca cultura e incluso sin ninguna, como lo prueba la cohorte de santos de uno y otro sexo que carecían de ella por completo. Me consideraría en tal caso feliz, sin renegar jamás de mis estudios, no obstante..."
"...Ya no me queda, por tanto, sino suplicar —no a ti ni a esos pocos que no necesitáis estímulos para quererme, sino al resto de mis amigos y a la pléyade de mis críticos— que me amen, si no por sabio, al menos por bueno, o, si ello tampoco es posible, como amigo, o, en fin si ni este título merezco, por mi buena disposición y afecto..."
La ignorancia del autor y la de muchos otros, Carta a Donato.
[De sui ipsius et multorum ignorantia]
Francesco Petrarca
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