miércoles, junio 09, 2004

Bitácora del Navegante. Tintas.

Sheherezade!


La de noche interminable
innumerable.
La muerte te acechaba:
tu destino estaba escrito
en la piel curtida del Sultán.
Pero, quién sabe como,
tu verdugo sintió el frío del acero
penetrando lento en la carne,
horadando una brecha eterna.

Amargas noches!
No sabía el Sultán disfrutar
de tu íntima compañía?
No te hizo mujer única
de entre cientos?
No postergó el también,
una agonía cruel?

Tristes noches,
de palabras que entretienen,
de cuentos que no bastan:
Tus historias forman otra,
una de realidad violenta,
como sólo puede ser
la pasión que vive y muere,
da vida y aniquila.

Que sucede en las mil noches
y dos noches?
Como marchita su corazón
tu carcelero,
exhalando suspiros
-cada uno, el alma-,
así, así escapa el amor!,
entre las hojas de un libro
de tinta blanca;
en los espacios de tu boca
en movimiento;
en los silencios que separan
tus sentencias;
entre los brazos que reman
un profundo vacío.

Y en esta oscuridad,
terrible oscuridad!
Un último beso, silencioso,
indigno de sí mismo,
remata la esperanza,
y pone sello al infinito:

fin de una historia de amor,
de sólo mil noches, y dos.