domingo, septiembre 21, 2003

Bitácora del Navegante. Pensares.

Atardecer. Después de dormir saco a los perros a pasear. Estoy desganado y sin motivos, y parece que solo así puedo pensar en los demás (perros sean). Termino de leer La vida es sueño, de C. de la Barca, .

A cada rato pienso en ella, y creo haber cometido un error previniéndola, mostrándole MI visión del mundo. Es que ni así tendría una certeza que no existe, que yo mismo no se dar para el futuro.
Sufro si no la tengo, y espero venga a salvarme. Puedo sentir su dolor cuando ella esperaba lo mismo de mi, y convencido lo evitaba. Como Basilio, soy causa de mis mismos temores, pero como Segismundo, prefiero hacer que decir. El precio será que Rosaura, o M., dude con equívocas respuestas, cuando espero que crea en mí más de lo que yo creo.

El día se va y no estás.

Acabo de hablar con ella, y no hay razón para que un amor furioso como el que siento se calme. Pero mientras, vegeto por mi propia culpa. Cuando digo lo que creo hiero y alejo para no sufrir eternamente los dos. Pero quien sabe cuanto dure este dolor de no tenerla, si cada segundo es una vida? Y no está a mi lado. Pero me atengo a lo que he sembrado, la razón volverá en instantes a soporizarme, dirá que "es lo mejor", que no hay amor eterno y que no concibo el amor doloroso. Me alivio, cierro los pétalos: mi abeja no vino a tomar su fruto. Un día que pierdo, un dia que muero.